No sé que es más obsceno
Josep Ramoneda reflexiona sobre la instrumentalización de la prisión permanente revisable, el viaje de Puigdemont a Suiza y el problema de las pensiones, también en Francia
Barcelona
No sé que es más obsceno, la utilización por parte del PP de los familiares de víctimas de crímenes para defender la prisión permanente revisable, o el brusco giro de Ciudadanos por miedo a alienarse parte del voto conservador. Son las cosas que ocurren cuando se legisla buscando rendimiento de acontecimientos de gran impacto social. Y hay que reconocerle al PSOE que por una vez ha aguantado el tipo ante la presión ambiente y el descaro oportunista. Los que preguntan que es populismo aquí tienen un ejemplo: el comportamiento del PP en este debate.
“Nunca habíamos tenido un fugado que supiéramos exactamente dónde estaba y que anunciara sus movimientos. Cuando una persona estaba fugada es porque no sabíamos dónde estaba”. Este argumento lo ha utilizado el fiscal Sánchez Melgar para quejarse de que el juez Llarena se desentienda de buscar la detención de Puigdemont. Y ahora el fiscal busca otros caminos para limitar los movimientos del expresidente catalán que ponen en evidencia la debilidad diplomática de España. Llarena quiere evitar que en los procesos de extradición le enmienden sus acusaciones, cuya gravedad es difícil de entender. Y así Puigdemont se pasea evidenciando las dudas y contradicciones de un Estado que no supo afrontar el problema políticamente. Y da vidilla a su estrategia de supervivencia.
También en Francia los pensionistas acosan al gobierno. Lo que no deja de ser síntoma de que en la economía actual las pensiones están a precario en todas partes. “Usted no es de una generación sacrificada”, dijo el presidente Macron a un jubilado que lamentaba su pérdida de poder adquisitivo. Tampoco Macron parece un dechado de sensibilidad y empatía. Aunque hay que decir en su mérito que por lo menos no pretende apuntarse medallas ni negar las evidencias: “Sé que pido un esfuerzo a los mayores, que a veces algunos se quejan, y que esto no me hace popular, pero lo asumo”. Macron, conforme a la ortodoxia vigente habla de reformas, para designar púdicamente el desmontaje paulatino del estado del bienestar. O, si se prefiere, unas políticas de redistribución que en vez de ir de arriba abajo, van de abajo arriba. No hay alternativa, diría Rajoy.