Morir de gesticulitis
Padecemos una gesticulitis pública permanente que mata el debate de fondo e impide pactar mejoras en la vida de la gente. Confundir la cortesía institucional con la pleitesía, como ha hecho Colau, no es de este siglo.
Cataluña corre riesgo de ahogarse en gestos. Padecemos una gesticulitis pública permanente que mata el debate de fondo, impide pactar mejoras en la vida de la gente e inunda nuestros informativos de puestas en escena que no arreglan nada. Y que tensan cada vez más la cuerda.
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Lo último, el espectáculo de anoche en el Mobile con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de los Comunes, y el presidente del Parlament, Roger Torrent, de Esquerra, negándose a recibir protocolariamente al Jefe del Estado, al Rey, en los actos previos a la inauguración del Mobile World Congres. Confundir la cortesía institucional con la pleitesía, como argumentó Colau para su desplante, no es de este siglo. Cuando hayan pasado los fastos del Congreso del Móvil, de este episodio, sólo quedará el pequeñísimo capital electoral que cada partido haya echado o restado a su mochila camino de las elecciones municipales del año que viene. Y la evidencia para los organizadores del Congreso de que tenemos un grave problema político sin resolver.
Por si no tuviéramos suficiente con una derecha capaz de jugar con las lenguas y el Código Penal por un puñado de votos, vemos que quienes tienen la responsabilidad más directa de coser la fractura social que han creado en Cataluña, lejos de coser y encauzar el malestar y el desconcierto ciudadano, siguen actuando exactamente en dirección contraria, azuzando el desencuentro con la Jefatura del Estado.
El liderazgo político y social consiste en buscar salidas, no en quemar puentes. Y esto vale para todos, en Barcelona, en Madrid y en la Conchinchina.