El frío de entonces
Madrid
Siempre hay motivo, a diario, para acordarse de un poeta. Pasan los versos como si fueran consuelos o consejos o advertencias, no hay un poeta que no tenga una palabra que te sirva para cualquier momento feliz o aciago de la vida. Estos días me viene, como tantas veces, la voz de José Hierro, aquel vozarrón que en El libro de las alucinaciones explicaba cómo se recibía el frío en las cárceles que transitó. Ojú, qué frío, los andaluces. Aquel sí que era frío, querido José Antonio.