Ataques de pánico
Josep Ramoneda reflexiona sobre el dictamen del Consejo de Estado y el recurso del gobierno
Barcelona
Los ataques de pánico son malos consejeros. Al gobierno le dio el vértigo. Escarmentado por la experiencia del 1 de Octubre, le entró el miedo al ridículo universal en el cuerpo. ¿Y si Puigdemont apareciera en los salones del Parlamento catalán? Si a los servicios de información se les escaparon las urnas, quien puede garantizar que no se les escapará el expresidente. Y el gobierno ha buscado un atajo: un recurso al Constitucional contra la decisión de Roger Torrent de presentar a Puigdemont, negándole la condición de elegible por “carecer de libertad deambulatoria” (sic). Y el Consejo de Estado ha dicho que no procede que no hay base legal. Pese ello el gobierno insiste y persiste.
Atrapado en su propio agobio, presentará igualmente el recurso, exponiéndose a un ridículo no menor que el que quería evitar. Una vez más Rajoy cae las provocaciones del expresident. Todo proviene del mismo pecado original. No ha aparecido nadie con la autoridad y dimensión de estadista necesarias para liderar un acuerdo sobre la cuestión de fondo: ¿cómo encontrar vías de compromiso cuando las mayorías electorales entran en conflicto con los límites constitucionales?
Y en medio de tanto ruido en Cataluña, es obligación de la oposición que se saquen todas las consecuencias del sórdido espectáculo de la corrupción del PP en que se ha convertido el juicio de la Gürtel valenciana. La justicia seguirá su camino, pero la política tiene que hacer el suyo. Y hay que exigir al PP las explicaciones y las responsabilidades que vienen negando sistemáticamente. La trama es tan extensa que al argumento del desconocimiento de los hechos ya es insostenible. Y no se puede permitir que cierta desidia corporativa garantice que la corrupción vaya degradando al régimen.
El filósofo francés Frederic Worms en Le Monde: en mayo 68 se decía: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Hoy necesitamos imaginar una sociedad en la que puedan vivir aquellas personas cuyas vidas han devenido imposibles.