Seriedad

Quienes durante un cierto tiempo ocupan la representación de una institución deberían cuidar de su dignidad, es decir de su adecuado modo de proceder, su seriedad, y del respeto que merecen. Poca seriedad tendría la Generalitat de Cataluña si quien dice ser su representante o quien aspira a ser su imagen o símbolo se dedicara a esconderse o a viajar disfrazado o de incógnito. Poco aprecio tendría Carles Puigdemont por la presidencia del gobierno catalán si se prestara a ese juego en los próximos días. Cierto que últimamente los políticos nacionalistas catalanes valoran la astucia casi por encima de cualquier otra condición, pero esa astucia, que es muy recomendable cuando se trata de evitar que te engañen, se convierte en algo muy poco estimable cuando significa justo lo contrario: habilidad para el artificio. La política catalana seguramente necesita bastante menos astucia y mucha más claridad y sinceridad.

Pero de la misma manera que se debe exigir al señor Puigdemont respeto por la dignidad de la Generalitat habría que pedir que se vigile la seriedad de un ministerio del gobierno español tan expuesto como el del Interior. Su actual titular acumula errores sin darse por aludido. Juan Ignacio Zoido puede haber sido un alcalde adecuado o un juez formal, pero seguramente no reúne las condiciones para el cargo que ocupa. Debió dimitir cuando las cargas del primero de octubre, cesar al director general de Tráfico cuando se negó a aceptar responsabilidades por lo ocurrido en la autopista AP-6 y hubiera hecho mejor en callarse ayer cuando se lanzó tan irreflexivamente a comentar las medidas de su departamento para localizar a un huido de la justicia. El ministerio del Interior no puede anunciar nunca que hará todo lo posible para evitar el regreso de un ciudadano español a su país.