Dame un silbidito
La sentencia de Palau y las revelaciones en Gürtel marcan la semana pese a que los partidos implicados cuentan con que los escándalos no les afectarán
Madrid
Todo se ha vuelto tan extraño y previsible que acaba por ser noticia lo esperado. Las crónicas destacaron el miércoles que la constitución del Parlament de Catalunya había ido con la mayor normalidad y, lo que es más raro aún, según lo que se esperaba. Algunos interpretaron una señal en eso y también en el discurso del presidente de la Cámara, Roger Torrent, que anunció la intención de “coser” la sociedad y habló de “democracia y convivencia”. En otros tiempos, con esas señales se lanzaba uno a pronosticar cómo se resolverá el entuerto, pero quién se atrevería ahora. Estrenada la legislatura en el Parlament, han vuelto las cosas a su sitio. Es decir, a ninguna parte: nadie puede asegurar quién será el próximo president de la Generalitat ni cómo será investido y en esa duda se irán los días que vienen.
Más información
Mientras discurre el asunto catalán en el centro de los focos y las especulaciones, dos hechos han cruzado la semana desde su principio a su final: la sentencia del caso Palau que se conoció el lunes y las revelaciones de este viernes en el juicio de la rama valenciana de la Gürtel. Millet y el Bigotes. Montull y Crespo. Ambas tramas, por su alcance, por la gravedad de los hechos y el tiempo en el que se prolongaron, se bastan solas para acaparar el debate -y la consternación- del público pero han ido a concurrir a la vez. Y, sin embargo, nada tiembla. Sea porque los escándalos ya no escandalizan, sea por el bucle catalán, los partidos afectados confían en que capearán el temporal sin turbulencias. Sus dirigentes se han puesto a silbar hasta que escampe. Gürtel es asunto del pasado, despachó en Moncloa el ministro Méndez de Vigo. Cuando se describa nuestro tiempo no servirá con consultar las declaraciones políticas, habrá que leerse los autos judiciales y las sentencias.
Ahí está Artur Mas, rehuyendo de los vínculos entre Convergència Democràtica y el PDeCAT, a pesar de que el día en que se fundó el propio Mas señaló que todos sabían quiénes eran “los padres, los progenitores, los impulsores” de la nueva marca. Felix Millet tiene más en común con José María Aznar que con el independentismo, dijo Gabriel Rufián cuyo partido, ERC, negocia ahora con el PDeCAT para la investidura. El lunes pasado, al conocerse la sentencia, el portavoz republicano evitó mentar a Convergència, como sí hicieron el resto de fuerzas catalanas.
La última explosión, cuyos efectos se alargarán a la semana entrante, está en la Gürtel con las revelaciones de Correa y del Bigotes, dueño de su propia elocuencia. El dedo apunta ya a Francisco Camps que, en el momento más difícil de Mariano Rajoy, resultó su principal apoyo orgánico. Por ese banquillo está desfilando una época que arruinó a una comunidad pero en el PP tienen la costumbre de interpretar que ya han pagado el desgaste electoral –todo se mide en eso, en los votos que se pierden– y pocas novedades pueden dañarles más. Así pasan las semanas lo mismo que los meses: mientras Catalunya ocupa todo el foco, nuevas revelaciones podrían provocar grandes estruendos. De sus epicentros, no obstante, sólo llegan silbidos. Como en aquella canción: 'Dame un silbidito'. Era en Pinocho.