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CRÓNICA

Las noches de asilo de Jorge Drexler

El artista llena tres veces en una semana el Teatro Nuevo Apolo de Madrid con la gira "Salvavidas de hielo"

CADENA SER

Madrid

"Esta noche estamos asilados dentro de una guitarra". "Este teatro -el Nuevo Apolo- es la barriga de esa guitarra y por su boca vemos el cielo", ésta fue la propuesta indecente de Jorge Drexler el pasado domingo antes de interpretar Asilo de su último disco "Salvavidas de Hielo" (Warner). Era el mismo ejercicio de abstracción reflejado en dicha canción: dejar el mundo fuera, cambiar la hostilidad exterior por la calidez del interior de una composición.

No era el primer tema de la noche pero explicaba la "luna", la boca de la guitarra sobre el escenario. Gracias a ella, el público imaginó amaneceres, tempestades, cielos estrellados con las cuerdas del instrumento como billete de ida y vuelta.

Todo formaba parte de un viaje cuyo punto de partida pasaba por "ella", inevitable si tenemos en cuenta un álbum grabado exclusivamente con sus sonidos. Hubo muchas sobre la madera del teatro, de procedencias y tamaños distintos -aunque no fue el único instrumento-. Acostadas, boca arriba, boca abajo, de lado, en pie o sentadas.

Cada una de "ellas" tocadas, acariciadas, golpeadas, desde diferentes puntos de vista por el uruguayo o por su excelente banda -que incluye al productor del disco Carles Campi Campón-. Drexler otorgó a sus músicos un papel destacado, dejándoles ser, marcar personalidad ante los más de mil asistentes. Entre todos consiguieron desgranar las intimidades del disco, llegar hasta el corazón.

Las guitarras hablaron del presente más inmediato del músico, de su Salvavidas de Hielo ante la sociedad actual, de la bendita Telefonía protectora del amor en la distancia, del Silencio y del Movimiento de las civilizaciones a lo largo de la historia. Desveló algunas de las historias "culpables" de letras como Estalactitas, Abracadabra, Quimera o Pongamos que hablo de Martínez, su sentido agradecimiento a Joaquín Sabina por haberle animado a coger la guitarra rumbo a Madrid hace 22 diciembres.

Sonaron canciones de toda su discografía en un carrusel de emociones: Soledad, Bolivia -el país de acogida de sus abuelos perseguidos por la Alemania nazi-, Milonga del Moro judío -también culpa de Sabina-, La Trama y el desenlace, más su hermosa versión del High and dry de Radiohead y hasta trozos del Free Fallin' de Tom Petty. Invitó a Mikel de Izal a la fiesta -en Todo se transforma-, también al  grupo de neofolk La Loba.

Dos de los momentos más emotivos de la noche conectaban con dos de sus canciones. El primero sucedió al interpretar Despedir a los Glaciares, un dulce adiós dedicado a los glaciares de Venezuela: "van a ser los primeros en desaparecer por el cambio climático". La composición motivó una divertida conversación con el público -además permitió identificar algunas de las nacionalidades presentes-. "Nunca me había sentido tan querido en esta ciudad", confesó. El otro llegó con la ya veterana 12 segundos de oscuridad.

Primero había convertido el teatro en el interior de una guitarra y ahora recreaba la noche cerrada de Cabo Polonio (Uruguay). Aquella en la que todos caminan perdidos en la oscuridad hasta encontrar la luz del faro. Enfatizaba así una vez más ese concepto de asilo, el regazo al calor de una guitarra, el abrazo, la luz de Jorge Drexler.

Laura Piñero

Laura Piñero

Cartagena (1985) Periodista de la SER desde 2009. Ha pasado por Hoy por Hoy, A vivir Madrid y actualmente...

 
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