La niña de la raqueta
Más allá de su palmarés, el verdadero logro es ser capaz de conseguir que un país sienta curiosidad por algo desconocido hasta el momento
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Carolina Marín en los Juegos de Londres (EFE)
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El diccionario de la RAE debería incluir una acepción en la descripción de bádminton en la que se explique la incidencia de Carolina Marín en el conocimiento social de este juego en España. Nunca antes se había nombrado tanto este deporte como desde la aparición de “la niña de la raqueta” o “la niña del bádminton”, y ahora no se puede entender uno sin el otro. El bádminton es Carolina Marín, dos sinónimos de un mismo concepto.
Un deporte desconocido para una sociedad instruida a base de los raquetazos de oro de una joven onubense que se abrió paso entre los gritos de los goles y los éxitos de una generación dorada del deporte español en la que la raqueta solo servía para jugar a tenis.
Ella nos ha enseñado que se podía golpear un volante de plumas de ganso, confeccionado solo con las plumas del ala izquierda del ave, que la red se sitúa a la altura de la barbilla y que los sets también pueden dar medallas de oro en unos Juegos Olímpicos en una pista que apenas supera los trece metros de longitud. Nos ha abierto la puerta a un deporte que la mayoría apenas recordaba de la juventud en las clases de gimnasia en el colegio.
Más allá de los éxitos destacados en su palmarés con un oro olímpico, dos mundiales y tres europeos como mayores conquistas, el verdadero logro es ser capaz de conseguir que un país sienta curiosidad por algo desconocido hasta el momento, crear una cultura deportiva donde no había nada.
Éste es el indiscutible beneficio que ha logrado “la niña de la raqueta”, que poco a poco ha conseguido cambiar el calificativo por el de Carolina Marín, una deportista que ha creado escuela en su país y que ya ha adquirido el rango de estrella que tiene en Asia donde apenas puede salir a la calle. En España ahora la reconocen como una de las mejores deportistas y ya se conoce el bádminton como un deporte profesional.
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