El diagnóstico de tanta infelicidad

Madrid

Ayer la hemeroteca rescató innumerables intervenciones de Manuel Marín, con motivo de su fallecimiento. En todas impresiona su sentido común, su capacidad de análisis y su altura de miras. De entre todas me quedé colgada de una intervención en la que hablaba del momento de autoestima colectiva que se vivió en España con su ingreso en lo que entonces se llamaba la Comunidad Económica Europea, la Unión Europea de hoy.

Salíamos del franquismo más terrible, de la dictadura, del miedo, del aislamiento, y de golpe nos equiparábamos a países que durante años habíamos mirado con envidia. Entrábamos a formar parte de ese club y eso, decía Marín, nos hacía felices a todos, era ese momento de autoestima colectiva que él veía imposible en los tiempos que corren.

Y las palabras de Marín me hicieron pensar. ¿Por qué nos cuesta tanto ser felices de manera colectiva en este país?, quizás lo volvimos a conseguir un par de veces pero solo por motivos deportivos, pero poco más. ¿Qué nos ha pasado? Quizas que la autoestima o la felicidad no alcanza para pagar facturas y colegios, quizás porque hemos visto a nuestro alrededor tanta corrupción, tanto dinero evaporado, tanto dinero robado por otros, quizás porque a veces nos ha costado entender algunas decisiones judiciales o algunos nombramientos, quizás porque hemos visto poner la zancadilla a políticos capaces o hemos visto volverse viejos de golpe a los que eran políticos nuevos.

El propio Marín tenía el diagnóstico de tanta infelicidad. Y lo escribió ¿Puede un país como España continuar en esta progresión autodestructiva de sus instituciones públicas? No, porque lo pagaremos muy caro, se respindió. Y lo estamos pagando muy caro.