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La otra cara del Black Friday

Esta semana es la semana de las compras por excelencia en Estados Unidos...

Personas sin hogar haciendo cola para entrar a la cena de Acción de Gracias organizada por Catholic Charities en Washington DC. / Marta del Vado

Personas sin hogar haciendo cola para entrar a la cena de Acción de Gracias organizada por Catholic Charities en Washington DC.

Washington

Cientos de personas hacen colas desde la madrugada a para ser los primeros en comprar el último modelo de su móvil favorito, un traje de novia o un televisor. Todo rebajado. Jadey ha llegado con un grupo de amigos. Él los llama “la pandilla” (“the crew”, dice en inglés). Llevan dos horas esperando a que abran las puertas. El frío se le ha metido en el cuerpo, cae la tarde de un día de finales de noviembre, en el centro empresarial en Washington DC. A un lado de la calle 8, un edificio de oficinas; al otro, una iglesia haciendo esquina; justo detrás la Galería Nacional de Retratos. Una mujer discute con otra, “no te cueles, haber venido antes”. La otra le grita más fuerte en un inglés ininteligible pero sucumbe y se va al final de la fila arrastrando los pies, con un carro que no suelta. “La pandilla” bromea sobre la disputa. Jadey pregunta la hora, impaciente, lleva meses esperando este momento.

Dentro de la sala está todo preparado. Catorce mesas redondas de diez plazas. En cada lugar un poema, una chocolatina, un pedazo de pan. El padre John comprueba que todo está preparado: los abrigos agrupados por tallas, los kits de higiene bien envueltos, los cocineros a punto de servir. Es su noche favorita del año.

Dan las cinco en punto. Los voluntarios se acercan a las puertas, piden a la gente que guarden orden y les dejan entrar en grupos de a cinco. La sala se llena, los comensales se sientan. Más de la mitad de la cola se queda fuera, el padre John organizará hasta tres turnos. Jadey y “la pandilla” han conseguido entrar. Van a poder tener su cena, caliente, de Acción de Gracias.

Jadey es uno de los 40 millones que vive bajo el umbral de la pobreza en el país más desarrollado del mundo; es uno de los cuatro millones de personas sin hogar que se estima hay en Estados Unidos. Tuvo un accidente que le paralizó todo el cuerpo. A raíz de eso perdió su trabajo, su casa, todo. Desde 2013 duerme en un albergue y come cuando puede pero este año, al menos, cenará pavo relleno en uno de los tantos comedores sociales que hay en Washington DC para los sin techo.

Esta noche cenarán casi 300 personas gracias a Catholic Charities, que reparte unas 15.000 comidas al año, todas las semanas, en varios puntos de la ciudad. La noche de Acción de Gracias es especial; es la fiesta que más se celebra en Estados Unidos porque no está ligada a ninguna religión o país, así que toda la población la participa en el ritual del agradecimiento. También los pobres.

Después de la cena, cada comensal se dirige hacia un lateral del salón. Un grupo de voluntarios les dará un abrigo de invierno, una caja con artículos de higiene y una tarjeta para ir en metro con el valor de 20 dólares. Jadey está radiante, además de cena de Acción de Gracias, ha tenido su Black Friday.

La crisis del consumismo

El consumismo forma parte de la idiosincrasia de la sociedad estadounidense y va más allá de los chollos o de la temporada de rebajas; se trata de un acto social. Y días como el Black Friday o el Cyber Monday son su máximo exponente. Son como “la superbowl del consumismo”, como explica David W. Stewart, profesor de Marketing y Derecho empresarial en la Loyola Marymount University de Los Ángeles, donde los comerciantes han sabido captar a los consumidores y los consumidores han decidido ser parte de ello.

En los últimos años, una corriente de psicólogos alerta de los “peligros” del consumismo. El doctor en Psicología Tim Kasser, profesor del Knox Collage de Illinois, cree que el consumismo puede llegar a organizar la vida de los individuos en torno a objetivos materiales. Algo que, según él, podría tener unos costes muy caros para la persona y para el planeta.

Kasser asegura que el materialismo influye en nuestras emociones; las personas más consumistas suelen tener más episodios de depresión y de ansiedad. E influye a la vez sobre nuestras emociones; cuanto más peso tengan los valores materialistas, las relaciones intrapersonales suelen ser peores, se es menos empático, generoso, cooperativo. Según Kesser las personas más atraídas por el dinero y por su imagen suelen ser las menos concienciadas con nuestro entorno, más reacias a reciclar o a reutilizar objetos para gastar menos.

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