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Musica | Ocio y cultura
CRÓNICA CONCIERTO | The Waterboys

The Waterboys, cuerda para rato

La banda de Dublín se luce en un concierto intenso dentro de la programación del Festival de Jazz Internacional de Barcelona

The Waterboys durante su actuación en el Fesitvalt Wychwood Music / GETTY IMAGES

Barcelona

De los siete días que tiene la semana, quizás el domingo sea el que invita menos a ir a un concierto. La mente está en otras cosas, la agenda aprieta y la pereza se apodera de uno conforme avanza la tarde. Pero ya que has de moverte, lo recomendable es que el evento tenga chispa, con más alicientes de los ya habituales para dar el paso. Y en The Waterboys (con Mike Scott a la cabeza) había unos cuantos.

En la antesala al concierto, dos teorías conspiradoras luchaban entre sí: la fama acreditada de un directo imbatible y la mala acogida, o cierta incomprensión si se prefiere, de su último disco. En “Out of all this blue” hay más baile, toques funk, sonidos que nunca antes habían osado tratar. Y una parte de sus incondicionales no han encajado bien el golpe, y han caído con él a la lona. Sin embargo, es comprensible que los músicos experimenten, que prueben cosas nuevas aunque el resultado acabe siendo un tanto irregular. No pueden estar una y otra vez haciendo el mismo tipo de disco. Y aquí, con el amor como el ingrediente principal, surge la historia que traza este disco.

Mike Scott es un músico que nunca se ha casado con nada ni con nadie, por lo tanto se puede permitir esas licencias a riesgo de enfadar a más de uno (ha llegado a decir que él no quiere ofrecer música a un público de mentalidad conservadora). Y ciertamente, una vez empieza el concierto, The Waterboys no te dan razones para enemistarte con ellos, de hecho la salida es arrolladora, con una puesta en escena impecable, nueve músicos que desafían titánicamente al esfuerzo, al entusiasmo. Ideal para quitarte la idea de que es domingo y estarías mejor estirado en el sofá de casa.

Las cinco primeras piezas son cosecha de “Out of all this blue” (de hecho hicieron trece de un total de veintitrés), y salvo “I was your boyfriend”, que es la que más chirría del conjunto, el resto funcionan muy bien, compactas y con tino, de “Do we choose who we love” a “Love walks in”. Eso sí, cuando Mike Scott se sienta al piano a batirse el cobre con el teclista (lo del entusiasta Paul Brown es de otro planeta), aparece el enérgico violinista Steve Wickham, sale a escena la telonera Sophie Morgan, y suenan la primeras notas de “A girl called Johnny” incluidas en su debut homónimo de 1983 (un homenaje a la Patti Smith de aquella época), los allí presentes pasan de ser meros espectadores a parte implicada en la fiesta.

Es posible, que estemos ante la versión con menos esencia Waterboys. Es decir, hay menos señales de folk tradicional, no abundan los guiños celtas. No obstante, seguramente nunca se les haya visto tan sobrios como ahora, una prueba es la interpretación de “Rosalind”. A media actuación, una zona valle inevitable, con una instrumental, bailes entre ellos para amenizar, Mike Scott haciendo una pieza en solitario (“The girl in the window chair”), así hasta llegar a “Morning came too soon”, un corte guitarrero, con Bert Walker y su alma sureña y rock al descubierto, mucho más evidente que en su reciente versión enlatada, con las dos coristas dando brío al asunto (siendo todo el rato protagonistas justo al lado de Mike Scott) y mientras enlazan directamente con el clásico “Medicine bow”. Y como toda gran banda que se precie (y esta lo es), acaban con su canción más conocida, naturalmente la universal “The Whole of the Moon”, esa canción que te explica cómo puedes llegar a ver la luna llena; tan alta, tan lejos, tan pronto. Para los bises, otro premio con “This is the sea”, y la conclusión que The Waterboys tienen cuerda para rato.

 
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