La cara oculta de Lady Gaga
La artista neoyorkina se quita el disfraz: insegura, frágil y con unos dolores insoportables
Madrid
Insegura, frágil y dependiente. Toda la fuerza que desprende Lady Gaga en el escenario se esfuma en la intimidad de su casa y del estudio de grabación. La artista neoyorkina deja atrás la purpurina y los trajes imposibles para mostrar la cara detrás de la estrella en un documental de Netflix. Un viaje emocional que va desde el germen de 'Joanne', su último disco, a la actuación en la Super Bowl, el concierto más importante de su carrera.
Alejada del ruido en su vivienda de California, Gaga aparca cualquier excentricidad de alfombra roja para abrirse sin censura. Le duelen las críticas de Madonna -a la que recrimina no decirle a la cara lo que piensa y no darle la oportunidad de conocerla- y critica el machismo de su industria, donde los productores creen que pueden manejar a su antojo a las jóvenes estrellas. Independiente y con un fuerte carácter para dirigir sus trabajos, vive con angustia que mostrarse sin disfraz decepcione a sus fans. Mide cada aparición pública. Rodeada de asesores y siempre con un cigarro en la mano, diseña el giro que quiere que marque su carrera. No dejar que el aspecto venza a su música, ama su profesión y desea morir cantando.
En la cocina de 'Joanne' no hay casi nada de sus anteriores discos. Vaqueros, camiseta y un sombrero para presentar su álbum más intimista. El título hacer referencia a su tía, muerta a los 19 años a causa de lupus. Sin conocerla, despertó en ella una inmensa fascinación y la música es la forma que ha encontrado de rendirle homenaje. También es una carta de amor a su abuela y a su padre. Gaga necesita estar rodeada de ellos. Su familia, como recalca en la cinta, es lo más importante y, junto a ellos, ha afrontado sus momentos más oscuros.
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Conocida su fibromialgia, que le ha obligado a cancelar la gira europea, recibe masajes a diario para paliar unos dolores insoportables que la dejan casi inmóvil. Desde la camilla, se preocupa por todos los enfermos que no pueden permitirse esos cuidados. Prueba remedios alternativos, busca la opinión de varios expertos y se somete a infiltraciones musculares y articulares para poner mantenerse en pie y bailar sobre el escenario. La dolencia condiciona gran parte de su vida pero el micro y las tablas son un bálsamo. La excitación de ver pabellones repletos vence por momentos a la enfermedad.
La inseguridad de su imagen y la dependencia de su familia acompañan a su fragilidad en ese año dentro de su vista que narra ‘Gaga: five foot two’. Cada ruptura sentimental ha coincidido con la publicación de uno de sus discos. Se sienta sola y busca consuelo en su círculo más íntimo. En el estudio de grabación, rompe a llorar cuando ve que ha compuesto algo que ha salido de su interior. Necesita abrazos en cada esquina hasta que su criatura, el disco, toma forma. Y, cuando sale a la venta, no duda en comprobar que está colocado en las estanterías de unos grandes almacenes. Se ha quitado la máscara pero conoce la promoción y no escatima en acciones de marketing. Tras ser número uno en las listas y aplacar la incertidumbre del lanzamiento, afronta la Super Bowl como el evento más importante de su carrera. La cultura y la música son un arma que está por encima de la política, dice en un momento, en alusión a la llegada de Trump y su adhesión demócrata. Concienzuda y estricta, buscaba hacer lo que nadie esperaba: volar. Una metáfora de sus últimos años. Lady Gaga quiere mutar, perpetuarse como artista, que solo la admiren por su música tras quitarse la máscara que despertó la atención de medio mundo.
José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...