El que paga, manda

Madrid

Como si este viernes fuera una cebolla, vamos a quitarle algunas capas. El gobierno ha decidido exigir a la Generalitat de Catalunya un control semanal de su presupuesto para evitar que se gaste dinero público en la preparación de un referéndum ilegal.

Si quitamos la primera capa, descubrimos que el gobierno catalán ya estaba sometido al escrutinio del Ministerio de Hacienda desde que se acogió al fondo de liquidez autonómico. Era menos periódico, se hacía una vez al mes, incluso el gobierno central dispone de una conexión telemática con el gobierno catalán para poder verificar las facturas y eso por ejemplo, le permitió detectar esta misma semana un desfase de unos 6.000 euros en una partida dedicada a procesos electorales.

Si quitamos la segunda capa, nos encontramos con que gobierno de Rajoy ya tiene y ha venido aplicando los recursos legales para actuar contra cualquier decisión tendente a la celebración de esa consulta ilegal. En los juzgados abundan los ejemplos, también de denuncias por iniciativas de gasto como el concurso para comprar urnas.

Si quitamos la tercera capa, entendemos la importancia de lo que se ha anunciado. Lo relevante no es el método, el procedimiento, lo fundamental es la amenaza, el castigo, las consecuencias posibles. Esta supervisión semanal que se anuncia hoy pretende ser una correa con la que atar a interventores y funcionarios a la legalidad, esa que no reconoce el poder político catalán. Una camisa de fuerza para Oriol Junqueras y su departamento y para toda una administración a la que se amenaza con la retirada de miles de millones de euros. Es el uso de la fuerza coercitiva del dinero, un referéndum sin presupuesto es imposible, un gobierno sin dinero es inviable. Y esa es la elección que tiene ante si la Generalitat y en cualquiera de los dos escenarios, el gobierno catalán habrá perdido otro jirón de autonomía.

Quitemos la cuarta capa, miremos la encuesta del centro de estudios de opinión y contemplemos como después la purga, tras aplicar el cemento de la fe independentista, hoy el gobierno catalán es el que menos se parece a su gente.

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