Puñalada

Madrid

Si algo me gustaría en la vida sería escribir. Ser escritora. Tiempo para escribir, mi nombre en centenares de libros en los estantes. Viajes, firmas, lectores. Entrevistas.

El problema es que me surgen muchas ideas, creo que algunas de ellas buenas, pero no soy capaz de hilarlas. Cuando lo recuerdo, las anoto. Entre las páginas de la agenda, en los apuntes del trabajo encuentro borrones de novela. Y me estanco. Por ejemplo:

-Un hilo de sangre brota de la boca del hombre, y deja un rastro de caracol sobre la solapa de su traje.

-Accidente de coche. Lo ve una mujer. Una discusión terrible, que se inicia por todo y por nada. Chillan, gritan. Conduce ella, porque se queja porque él viene borracho. Cena con los amigos. Él ha dicho algo inconveniente. ¡Imbécil! ¡Eres un imbécil!

-Mientras discuten, él se queja dos o tres veces de dolor de estómago. Las dos veces ella cesa de gritarle, se vuelve toda preocupación y se ofrece a darle algo (aspirina, un antiácido). Luego sigue gritando.

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-Para en una estación de servicio para comprarle Almax o algún tipo de sal de frutas, sí, finalmente un antiácido. Él no quiere, ella se empeña, pero baja rezongando. Cuando regresa, lo encuentra inmóvil, le golpea en el hombro y lo ve. Ve ese hilo oscuro, lento, esa baba roja y humana por la que se escapa la vida.

-Hay un sonido irritante que ella produce, tintinean sus pulseras contra el volante, o el tacón sobre el acelerador.

Y no sé cómo continuar. Y así casi todos los días, respiro ideas, y no tengo nada.