¿Por qué vamos a discutir de eso?

Es muy razonable abrir el debate en el Parlamento sobre los vientres de alquiler, afirman algunos, contentos de que haya llegado al Congreso la propuesta de Ciudadanos para permitir que se pueda alquilar la gestación de un bebé. Lo importante es que se pueda discutir, aseguran.

Pero no es cierto que haya que alegrarse de que todas las ideas o todos los debates lleguen al Congreso para su discusión. Nadie debería alegrarse si lo que llega al Congreso es un proyecto para suprimir libertades o si lo que se discutiera fuera la eliminación de un derecho. ¿Dónde está la alegría? No es el caso, afirman los defensores del proyecto de Ciudadanos, porque precisamente de lo que se trata es de afirmar un nuevo derecho: el de quienes tienen impedimentos naturales para tener hijos y van disponer así de una forma de transmitir sus genes.

Pero resulta que alquilar a una mujer para conseguir que en su vientre se geste durante nueve meses un bebé no tiene nada que ver con una técnica de reproducción asistida, ni mucho menos. En este caso, sí se suprime un derecho, uno que ya existe, el derecho irrevocable de filiación del niño, puesto que se pretende que en ningún papel figure dato alguno de la mujer en cuyo vientre se gestó. Cierto, se dice, pero se trata de asegurar que esa renuncia tan radical y absoluta es voluntaria y altruista.

¿Y desde cuando hay leyes que contemplen que los seres humanos renuncien a sus derechos mediante un contrato con terceros? ¿Por qué las mujeres deberíamos alegrarnos de algo semejante en nuestro caso? ¿Por qué vamos a discutir de eso?