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Ya no pueden meterse en nuestras camas

El editorial de Celia Blanco en 'Contigo Dentro'

Getty Images

Madrid

Imaginen que viven en un lugar de este país donde el propio delegado del gobierno le parece bien que un grupo neonazi campe a sus anchas y pueda manifestarse justo el día en el que el colectivo de lesbianas, gays, transexuales e intersexuales celebra su orgullo. Un grupo de violentos que en los últimos meses ha agredido, pegado, insultado y amenazado a cualquiera que no cumpliera sus requisitos, entre los que está, por supuesto, ser heterosexual.

Ese lugar existe. Es Murcia. Un lugar donde se consiente a los herederos de los campos de concentración de Hitler en los que murieron 5.000 homosexuales. Y da igual que el matrimonio homosexual sea legal en España o que exista una ley contra la homotransfobia que ampare y defienda a los que no cumplen los requisitos de esa panda de indeseables. Da lo mismo que se hayan cumplido 40 años de la primera manifestación del Orgullo, aquella que ocurrió en Barcelona y de la que muy pocos medios se hicieron eco... 40 años también de recuperación de la democracia, la que nos arrebató un golpe de estado en 1936 y que no recuperamos hasta 1975, con el golpista muerto de viejo en su cama. 39 Años en los que el adulterio y el amancebamiento, vivir con la persona a la que amas pero sin papeles, se pagaba con la cárcel, se perseguía con el Código Penal en la mano y podía traer consigo que te deheredaran. Por las cárceles de Badajoz y Huelva o desfilaron cerca de un millar de homosexuales encerrados por la Ley de peligrosidad social.

Quisiera creer que las cosas han cambiado: Emocionarme viendo la exposición Subversivas que ocupa la cuarta planta del Ayuntamiento de Madrid, Centro Centro, sabiendo que toda esa lucha, todo ese coraje ha servido para que no tengamos miedo. Amparados y protegidos por las leyes de nuestro país que gobernantes y delegados se preocupan en hacer cumplir.

Murcia, señores, es España. Y no les queda otra que proteger a todos y cada uno de nosotros, nos acostemos con quien nos acostemos... No vaya a ser que se les note demasiado que echan de menos los tiempos en los que eran ustedes los que decidían cómo debía ser nuestra intimidad, con quién podíamos acostarnos y qué sexualidad debíamos practicar. Mal que les pese, ya no pueden meterse en nuestras camas.

 
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