Emmanuel Bonaparte
El joven afable que supo cautivar con su sonrisa al electorado francés ha dado paso a un dirigente implacable que aplica una gestión empresarial a su partido y está cambiando las costumbres en el Palacio del Elíseo
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French President Emmanuel Macron waits for guests to leave at the Elysee Palace in Paris, France, June 12, 2017. / PHILIPPE WOJAZER (REUTERS)
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Madrid
Cuando Emmanuel Macron ganó las elecciones presidenciales, hace poco más de un mes, un compañero periodista me dijo que el Presidente de Francia le recordaba a Harvey Dent. El villano de comic, enemigo de Batman, más conocido por dos caras. Le sonreí como sólo los "baby boomers" sabemos hacer con los "millenials".
Con el paso de los días, sin embargo, el joven afable que supo cautivar con su sonrisa al electorado francés ha dado paso a un dirigente implacable que aplica una gestión empresarial a su partido y está cambiando las costumbres en el Palacio del Elíseo, donde tiene dos despachos: uno para despachar con sus colaboradores y otro en el que se encierra a trabajar en solitario. Conocido como "el despacho que vuelve loco" porque sus dos anteriores ocupantes, consejeros de Sarkozy y Hollande, tenían un fuerte carácter. Como Macron.
Con la amplia mayoría obtenida en la Asamblea Nacional, el Presidente tiene las manos libres para sacar adelante sus reformas a pesar de que los contrapoderes franceses comienzan a organizarse. La elevada abstención es interpretada por los analistas como el augurio de que la contestación en la calle va a ser dura. En la prensa, las comparaciones con Napoleón Bonaparte son muy frecuentes. No sólo por la juventud, sino por la presidencia "jupiteriana" por la que ha optado para devolver a la Presidencia de la Républica los hábitos de un monarca con plenos poderes.