Única
Todo iba bien, la cita casi acabada, la cena en su punto, la conversación amena, el beso tan anhelado, las piernas de gelatina, todo perfecto hasta que me susurró al oído: eres única
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Madrid
Todo iba bien, la cita casi acabada, la cena en su punto, la conversación amena, el beso tan anhelado, las piernas de gelatina, todo perfecto hasta que me susurró al oído: eres única. Entonces, la pompa de jabón estalló, sus colores corrompidos, y me incorporé para alejarme de él, y se me escapó un ligero suspiro de decepción.
-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué he dicho?
Y no sé muy bien qué contestarle. Creerá que soy una caprichosa, y que no sé lo que quiero. O peor, que estoy buscando una excusa porque no me ha gustado el beso, o no me ha convencido él, o que... pero ya no. No así.
Soy única, como todo ser humano es único: pero no es eso lo que él quería decir. A saber cuántas veces ha repetido ese elogio fácil, que no compromete a nada. Yo no tengo ojos bonitos, ni sonrisa de anuncio, ni un cuerpo espectacular. De otra manera, me hubiera dicho, como a mis amigas, "¿Sabes qué tienes unos ojos preciosos? ¿Te han dicho alguna vez que tu sonrisa ilumina el bar?". Yo soy resultona, del montón. Tan del montón que intentan consolarme con esa frase: eres única.
No, no soy única, ni falta que hace. Soy como tantas, y está bien así. Hay quien elige a sus amantes por su coche, su dinero, su atractivo. Yo los elijo por sus palabras. Quizás no sea justo, pero no pretendo ser justa. Y mucho menos, ser un tópico en labios de otro, una más entre tanta mujer única.