Sexo sin amor
El editorial de Celia Blanco en 'Contigo dentro'
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Getty Images
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Madrid
Entre mis debilidades periodísticas, debo reconocer que está Henrique Mariño, más conocido en las redes como @solucionsalina. Ayer nos deleitó con una maravillosa historia en diario Público, en la que contaba cómo el sexo ha sido una perfecta arma de espionaje: Lo hicieron los del KGB, quienes tenían agentes que follaban con el individuo apropiado, para fotografiarlos y chantajearlos si no soltaban la información que buscaban.
También lo hicieron los de la Stasi, el órgano de inteligencia de la Alemania democrática, que en este caso a apuestos hombres para que sedujeran a las secretarias de las instituciones del otro lado del muro. Imagínenselo, por favor.. Con el sobrenombre de Estrategia Romeo, entrenaban a bombonazos alemanes capaces de conseguir en la cama lo que, casi con toda probabilidad, no habrían podido obtener de ninguna otra manera.
¿O hay peor tortura que dejar de follar con el mejor amante que jamás se haya cruzado en tu vida? Las mujeres que contaban los secretos en sus alcobas, quiero creer que lo hacían después de sesiones salvajes de sexo en las que quedaban extasiadas y agotadas de estar con hombres convertidos en el amante perfecto que las hacía enloquecer para poder conseguir la información que buscaban.
Lo malo vino cuando el amor hizo acto de presencia. Cuando el sexo dejó de ser la única razón para convertirse simplemente en el vehículo. Cuando las mujeres que contaron los secretos de estado a sus amantes fueron acusadas y condenadas por espionaje. Cuando la verdad irrumpió en todas y cada una de aquellas camas... Y pagaron justas por pecadores. El sexpionaje explotó y, como cuenta Mariño, también cosechó arrepentidos y hasta enloquecidas.
Me gustaría pensar que todas estar estrategias son cosa del pasado. De aquellos tiempos de guerra fría. Pero no sé por qué me da que el sexo se utiliza desde siempre como arma arrojadiza. Siempre habrá quien sea capaz de perpetrar delitos de entrepierna. Ay, Henrique Mariño, la de cosas que me has obligado a pensar con tu artículo, dilucidando dónde están los límites de nuestra integridad como personas.
Hasta el punto de que he llegado a prometerme a mí misma, que el sexo, sin más, aunque sea el mejor que jamás haya tenido jamas, no podrá ser la única atadura que me mantenga en una cama. Yo quiero más. Lo quiero todo. Y ese todo solo puede cimentarse en la honestidad, el respeto y la complicidad. Así que es más que probable que no siempre me quede con los mejores amantes, pero sí con los que no me engañen, ni me hablen con desprecio. Y mucho menos con los que me den mala vida.
Ojalá tu artículo, querido Henrique, motive a otras muchas personas a llegar a la misma conclusión... Yo solo quiero decir mirando a la cara de quien corresponda y sin equivocarme, aquello de que la vida y el sexo son mucho más divertidos contigo dentro.