El jugador
Sabemos perfectamente cuándo el jefe incumple el pacto con su mujer y se junta con los amigos para una de sus timbas
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Historias a media mañana con Espido Freire (03/05/2017) - El jugador
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Madrid
Sabemos perfectamente cuándo el jefe incumple el pacto con su mujer y se junta con los amigos para una de sus timbas. El hombre llega ojeroso y con el pelo peinado con colonia, y un aire de culpabilidad visible. Ella aparece más tarde por el taller, la boca convertida en una línea fina de color coral y sin mirar a nadie. Ese día nada le parecerá bien, y él, en cambio, pasará por alto y disculpará cualquier error. Es el momento de pedir favores, o días libres.
Las juergas del jefe ahora consisten en pacharán y en una partida de cartas, ambos en gran abundancia. Salvo un dolor de cabeza monumental, y alguna pérdida modesta, no van más allá, pero llueve sobre mojado. El jefe fue, en sus tiempos, un perdulario de tomo y lomo, un golfo guapo y afortunado que se jugaba hasta la camisa y al que, por lo general, le iba bien. El taller se lo ganó al antiguo propietario, ya arruinado. Eso fue antes de nosotros; era otra vida con su anterior mujer, que hacía la vista gorda ante ese ritmo, que llevaba al colegio a los niños despertara el padre por las mañanas o no, y que observa el taller desde una foto en blanco y negro, el pelo cardado, la mirada alegre.
Luego el jefe enviudó, se casó con la jefa, y dejó de jugar. O eso dice ella. Él espera aún la partida definitiva. Aspira, o eso creemos, a ganarle a la muerte, la revancha por su esposa.