Refugiarse en la ignorancia

Madrid

Hace un año dije que Esperanza Aguirre era la mujer que mejor dimitía de España, pero el tiempo pasa para todos: está dimitiendo ya desganada, como si supiese que no se irá nunca. Y es probable que tarde muchos años en hacerlo porque la identidad política no es sólo una mera cuestión física: también es una forma de hacer las cosas. Y en pocas personas el PP ha encontrado mejor acomodo que Esperanza Aguirre. Por eso ella ha estado siempre tan incómoda dentro: porque la ocupación ha sido inversa. El PP ha necesitado tanto a Esperanza Aguirre como Esperanza Aguirre ha necesitado al PP. Ella para ejercer el poder; el PP para ejercer el aguirrismo.

Con su marcha, el aguirrismo cambia de nombre, en cualquier caso. Ayer volvió a decir que se ha sido traicionada por los suyos, ahora Ignacio González. Al final va a resultar que la historia del PP es la historia de un partido traicionado todo el rato por sus dirigentes. Dirigentes a los que cuando pillan metiendo la mano se desligan misteriosamente del partido y pasan a ser objetos no identificados. La dimisión de Esperanza Aguirre enseña eso. Ella se presenta como la persona más traicionada y engañada de España: traicionada y engañada por todas las personas en las que confió. Todas. Eso es el PP: un continuo dejarse engañar para no dejarse culpabilizar. Un intento ruidoso de refugiarse en la ignorancia para no hacerlo en la responsabilidad. Uno de los trabajos de Esperanza Aguirre en el PP, como el trabajo de Aznar, como el trabajo de Rajoy, fue elegir gente para puestos de responsabilidad. Cuando esa gente entró en la cárcel por haber robado dinero público se produce un ejercicio fantástico: las víctimas nunca son los ciudadanos que pagan la fiesta, sino los responsables políticos que la organizaron.