Mondrian, arte y espíritu

Madrid

Tachado de simplista y a veces hasta de “vacío”, sus críticos más feroces ignoraron siempre que su obsesión al pintar fue nada menos que la de llegar a captar la esencia misma de la realidad. Precisamente, fue ese empeño el que le llevó a descomponer los objetos en formas y a reducir luego éstas a simples masas de color.

Pero más allá del comentario estético que suscita su obra, lo cierto es que esa búsqueda tenaz estaba secretamente conectada con su interés en corrientes esotéricas de su tiempo como la Teosofía o la Antroposofía. Sin un análisis serio de esas filosofías hoy resulta poco menos que estéril cualquier análisis de Mondrian.

Nuestro viaje en el tiempo para descubrir esta página de la Historia nos llevará al 6 de octubre de 1911, cuando Mondrian asiste a la inauguración de una importante exposición de arte cubista celebrada en el Museo Stedelij. Allí, ante obras de Picasso o Braque, Mondrian comprenderá que sus inquietudes esotéricas estaban perfectamente alineadas con las intenciones de aquel nuevo arte. Por eso decidirá instalarse en París primero, y en Londres después, iniciando un camino de introspección e indagación sobre la realidad que sabrá convertir en Arte. Con mayúsculas.