El circo de Fernández y Rufián

Ha de confesarles este Ojo, siempre fiado a su benevolencia, que con Jorge Fernández Díaz, el piadosísimo ex ministro del Interior del Gobierno Rajoy, nunca sabe qué actitud tomar, si la de reírse cual si se encontrara frente a una mala imitación del glorioso inspector Clouseau, aquel personaje extraordinario de la Pantera Rosa, hilarante por patoso, o bien indignarse por haber tenido como máximo responsable de la vital seguridad nacional a un político tan claramente incompetente.

No puede ser que el despacho del ministro del Interior sea poco menos que el estudio de grabación de un radioaficionado, donde las conversaciones del titular –repito, responsable de la seguridad de un país de 46 millones de habitantes- se graban y difunden por calles, plazas y plazuelas.

No he oído esas grabaciones, dice el desahogado Fernández, que encima quiere pasar por la débil víctima de algún oscuro complot. De ser así, tamaño desaguisado sería la lógica consecuencia, señor ex ministro, de haber encumbrado a una cúpula policial tan patriótica –para esa peculiar España del PP- como extravagante, por decirlo en fino.

Todo el conjunto de este disparatado asunto no puede calificarse de otra manera que de vergüenza descomunal. ¿Nadie se va a hacer responsable de nada? Y ya puestos, a lo mejor alguien podía enseñarle buenos modales, o simplemente educación, al ridículamente fiero señor Rufián, ese cargante payaso sin gracia.