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'Misivas del terror', las consecuencias del impuesto revolucionario de ETA

Unos 10.000 empresarios vascos sufrieron extorsiones a manos de la banda terrorista

‘Misivas del terror’ es una obra que analiza treinta años de extorsión contra el mundo empresarial

El libro recoge el testimonio de 66 víctimas de chantajes

La socióloga Izaskun Sáez de la Fuente, durante la presentación del libro 'Misivas del terror' / Luis Tejido (EFE)

 La socióloga Izaskun Sáez de la Fuente, durante la presentación del libro 'Misivas del terror'

Madrid

Hay muchas "zonas oscuras", pero se calcula que unos 10.000 empresarios vascos sufrieron extorsiones a manos de la banda terrorista ETA. El libro ‘Misivas del terror’ es una obra elaborada por investigadores de la Universidad de Deusto que analiza treinta años de extorsión de ETA contra el mundo empresarial y recoge el testimonio de 66 víctimas de chantajes. Izaskun Sáez de la Fuente, investigadora de la Universidad de Deusto y una de las autoras del libro, explica que la extorsión se consolidó con la llegada de las misivas.

'Misivas del terror', las consecuencias del impuestos revolucionario de ETA

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“Había un patrón relacionado con la extorsión”, sostiene la investigadora. Antes de empezar a utilizar, en los años 70, el llamado 'impuesto revolucionario’ – "un eufemismo que contribuyó perversamente a la consolidación social de ese proceso”- hubo atracos y demás, pero “lo cierto es que la extorsión como tal se consolidó con la llegada de la primera misiva, que marcaba un antes y un después en la vida de los extorsionados”. “El sufrimiento generado a partir de la carta fue demencial”. La mayoría de empresarios mantenían el asunto en privado, por miedo y por no preocupar a su familia, pero muchos terminaban por contarlo cuando se sucedían las cartas o incluso cuando sus hijos recibían una firmada por ETA.

La extorsión comenzaba con una primera misiva en la que se decía: ‘por favor, contribuya monetariamente a la causa’ con lenguaje eufemístico acompañado del anagrama y el sello de ETA. “Si no contestabas positivamente te llegaba una segunda, una tercera carta….hay gente que ha soportado la extorsión durante treinta años, gente que ha recibido ocho cartas o más”. Se dibujaba así lo que los investigadores han llamado curva de intimidación: si no respondías positivamente a los requerimientos de los extorsionadores, la presión se iba incrementando. “No sólo porque en las siguientes cartas te convertían a ti, a tus bienes y a tus familiares en objetivo militar, sino porque había otras vías de intimidación que se intensificaban, como por ejemplo algún tipo de actividades delante de tu empresa, pintadas, concentraciones frente a tu domicilio, mandar cartas con el membrete de tu familiar o a tus hijos menores de edad…”. Lo que buscaban – y consiguieron- era “socializar el miedo”. Esto lo lograron también porque “en el momento en que la persona recibe la carta empieza a preguntarse ‘¿quién se ha chivado?’”. Es decir, la gente se preguntaba de dónde podía venir la información sobre sus cuentas: la sociedad gastronómica, el banco, personas con las que jugaban a pala…Cualquiera podía haber proporcionado datos a la banda.

Un aspecto muy positivo que Sáez de la Fuente destaca entre los entrevistados es que la mayoría supo “racionalizar el miedo”, dosificarlo. Gracias a ello, los datos demuestran que la mayoría de los empresarios no pagaron, si bien “es verdad que los que pagaron fueron suficientes para mantener la actividad de ETA durante casi cincuenta años”. En esta obra de investigación, centrada en el análisis ético-político de las extorsiones y sus consecuencias, han analizado “el desarraigo, la ruptura de relaciones y el sentimiento de culpabilidad de aquellas personas que tuvieron que sufrir tanto exilios interiores- mudarse a zonas urbanas dentro del País Vasco- como exteriores –escapar de Euskadi para huir del chantaje-”.

La importancia de esta investigación, y del contacto con las personas extorsionadas reside en “garantizar el principio de no repetición”: “hacer una memoria crítica de la violencia que clarifique responsabilidades y evite que esto se repita”. Las personas extorsionadas han demostrado, defiende Sáez, una gran humanidad al transmitir el sufrimiento que en algunos casos se ha prolongado durante mucha décadas. “Y lo han hecho para garantizar el derecho a las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación”.

 
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