¿Cuánto tendrán que esperar ellas?

Hoy es 8 de marzo, es decir el Día Internacional de la Mujer y se ha propuesto a las mujeres en todo el mundo que paren media hora, de 12 a 12.30, que asistan a concentraciones (en Madrid, por ejemplo, a las siete de la tarde en Cibeles) y que, si eso no es posible, lleven, al menos, una prenda de color negro para expresar públicamente su exigencia de que acabe la violencia de género y se apoyen las medidas necesarias para garantizar la igualdad de derechos, real, entre hombres y mujeres.

Por encima de todo, las mujeres occidentales deberíamos rebelarnos, de una vez por todas, ante la insoportable esclavitud a que siguen sometidas miles de millones de mujeres en todo el mundo por el mero hecho de no ser hombres. Pretendidas democracias como la India consienten el despojo de los derechos más elementales de sus mujeres, sin que pase nada. Países aliados como Arabia Saudí tratan a sus mujeres como si fueran animales y nosotras, que somos también cientos de millones, no somos capaces de impedirlo. Es un problema cultural, nos dicen, ya mejorará con el tiempo. La esclavitud también lo fue y se abolió hace ya dos siglos.

No hubo que ser negro para darse cuenta que había que luchar contra el racismo, pero si hay que ser mujer para defender los derechos de las mujeres. Estamos en pleno siglo XXI y seguimos sin contar con el apoyo de los hombres para acabar con tanta tortura y humillación. ¿No nos da vergüenza, a nosotras, nuestra propia impotencia? Y a ellos, a los hombres occidentales, ¿no les avergüenza su horrible indiferencia, no les abruma la idea de que otros hombres estén torturando y humillando a millones de mujeres aludiendo a su condición común de varones?

¿No es acaso su problema?, ¿cómo es posible que todos miremos aún para otro lado?, ¿cuánto tendrán que esperar ellas, nuestras hermanas?