¿Víctima de su padre y de la justicia?

Madrid

Lo peor que le puede suceder a una niña es que su padre, que debería cuidarla, abuse de ella. Lo segundo, que el sistema, que debería protegerla, no lo haga. Este miércoles EL PAÍS cuenta la surrealista historia de María, la niña de 9 años que tuvo que grabar la autoconfesión de su padre para que la justicia le hiciera caso y reabriera el caso por presuntos abusos que había archivado. El problema es que ahora hay tres juzgados que tienen causas abiertas que afectan a la menor y, por lo que se ve, no se comunican.

Uno investiga al padre por presunto abusador; otro, a la madre por incumplir el régimen de visitas; y un tercero tramita el divorcio de la pareja. Así, mientras uno ordena que se cumplan las visitas, otro las dilata y ordena que sean vigiladas para evitar riesgos a la menor. Y mientras los psicólogos de un juzgado consideran “increíble” el testimonio de María, los psiquiatras de otro lo consideran veraz y creen que las visitas a su padre son un grave riesgo para la salud de la cría. Sabíamos que la justicia, ciega, puede fallar. Pero podemos apostar que esta otra justicia estrábica está fallando en algo estrepitosamente.