Falta de pudor
Lo que ofende de Trump es la falta de pudor. Su gobierno de empresarios de alto rango resulta obsceno porque muestra la verdad inconfesable del sistema: manda el dinero
Madrid
Lo que ofende de Trump es la falta de pudor. Su gobierno de empresarios de alto rango resulta obsceno porque muestra la verdad inconfesable del sistema: manda el dinero. Hasta ahora se había respetado la división de funciones. Pero Trump y sus amigos millonarios han decidido gobernar ellos, prescindiendo de los empleados. A la misma hora que Trump juraba su cargo en Washington, en Davos, políticos y expertos daban vueltas a la noria, preguntándose cínicamente como se había podido llegar hasta aquí. Lo único que Trump tiene de antisistema es que ha mostrado al sistema tal como es. Es decir, lo ha puesto en evidencia.
“Hechos alternativos”, si la realidad no nos gusta inventamos otra y lo único importante es que nuestra gente se la crea. Esta es la lógica de la comunicación de Trump contada por su asesora Kellyan Conway. Poco importa que a la entronización de Trump asistiera mucho menos gente que a la de Obama. Decimos que ha sido la más masiva de la historia y basta.
Después de la primera vuelta de las primarias del socialismo francés, Benoit Hamon, con el apoyo de Arnaud de Montenbourg, está en posición ganadora frente al social-liberal Manuel Valls. Renta básica, impuestos a los robots, futuro del trabajo, Hamon ha abierto debates hasta ahora ajenos a los socialistas. Las bases quieren que su partido se aleje de la corriente derechista que le arrastró en los últimos años. Y que Valls simboliza. La pérdida de identidad del partido socialista ha sido clamorosa. Y la discreta participación en las primarias anticipa el desastre. Es improbable que uno de los suyos esté en la segunda vuelta de las presidenciales. Triste consuelo: Hamon por lo menos podría evitar el sorpasso por la izquierda.
La distancia como olvido. Mientras Trump pronunciaba su arenga de toma de posesión, Angela Merkel inauguraba una exposición de Manet en Postdam. Mientras los socialistas franceses votaban las primarias, François Hollande estaban en el desierto chileno de Atacama. Ojos que no ven, corazón que no siente.
