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Los musicales de los que bebe 'La La Land'

¿Por qué está siendo un fenómeno el estreno del musical 'La La Land'? Analizamos las claves de la cinta y su homenaje a otras películas musicales

Fotograma de Todos dicen I Love you y de La La Land / CEDIDA

Madrid

El musical, género que no entiende de términos medios, pues genera tantos amores como sarpullidos, se actualiza en plena era de las redes sociales de la posmodernidad con La La Land, la película fenómeno de la temporada que ha arrasado en los Globos de Oro y que ha encandilado a la taquilla en Estados Unidos y en nuestro país. Por eso nos preguntamos: ¿es realmente para tanto?

Los musicales de los que bebe 'La La Land'

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Lo cierto es que su director y guionista, Damien Chazelle, director de Whiplash, no aporta nada nuevo al género, más bien lo actualiza. Un musical para hipsters, ha dicho la prensa española, o para millennials, han especificado los medios estadounidenses. La genialidad de este treintañero de Harvard es establecer un diálogo, que diría el lingüista ruso Bajtin, con otros musicales clásicos, que le marcaron como espectador. De modo que, La La Land es un homenaje a películas que hicieron soñar a un público de una cierta edad, como Cantando bajo la lluvia, pero atrayendo a los espectadores más jóvenes, puesto que la cinta no deja de ser un retrato generacional.

La La Land está basada, como su anterior película, en sus periplos tratando de triunfar en Hollywood. Un joven soñador, en busca del éxito en el cine que traslada su álter ego al personaje femenino de la cinta. Emma Stone es una aspirante a actriz, de esas que hasta escriben guiones. En Los Ángeles, la ciudad de las estrellas y de los estrellados, se enamorará de otro soñador, Ryan Gosling, algo más pesimista y con principios -cosa difícil de encontrar en los tiempos que corren. Ella trabaja de camarera mientras va de audición en audición y de rechazo en rechazo. Él es músico, pero no puede tocar el jazz que le gusta, así que sueña con abrir su propio club.

Su historia de amor, es una historia de sueños, de trabajo, de decepciones en una ciudad que puede ser maravillosa o perturbadora. Es un retrato generacional, pero que, como decíamos, por esas referencias al cine clásico, ha conmovido a críticos y periodistas de distintas edades. Lejos del brillo y los excesos de Baz Lurhman en Moulin Rouge, o de la languidez de musicales románticos irlandeses como Once o Begin Again, La la Land remite a ese cine clásico que permitía al espectador soñar y ser feliz en la oscuridad de la sala y que hace tiempo que no veíamos. 

Emma Stone y Ryan Gosling se convierten en los nuevos Ginger Rogers y Fred Aster en una cinta que tiene muchas referencias al cine, como a Sombreros de Copa o Melodías de Broadway, a Casablanca o al planetario de Rebelde sin causa, donde los protagonistas vuelan bajo las estrellas, algo que ya hizo Woody Allen con Goldie Hawn en Todos dicen I Love you, en una noche estrellado junto al Sena. 

CEDIDA

En tiempos tan oscuros como los que nos acechan, La La Land aporta luz, la misma que el cine musical francés de los sesenta. De hecho, se inspira en el director galo Jacques Demy. Con el uso del color similar al de El paraguas de Cherburgo, otra historia de amor y desamor, de parejas imposibles, en esta ocasión por culpa de la guerra de Argelia y las diferencias económicas.

La escena con la que La La Land comienza, un baile en plena autopista colapsada de Los Ángeles con decenas de coches, decenas de bailarines que bailan y cantan la canción "Another Day of Sun". El propio Demy hizo algo parecido en Las señoritas de Rochefort. Y por supuesto, no dejamos de acordarnos de Fellini y su apertura de Ocho y medio. Una escena que Chazelle rodó en plano secuencia, como en los musicales clásicos, y como el atasco de Week-end de Godard.

La primera película de Damien Chazelle, su proyecto de fin de carrera en Harvard, ya fue un musical, otra historia de amor, entre un músico de jazz y una joven. Una historia rodada en blanco y negro con canciones y bailes y con bajo presupuesto que ha sido el detonante de La La Land, aunque Guy and Madeline on a Park Bench es mucho más oscura, pues que la herida del desamor es mayor. El jazz le ha acompañado en sus tres trabajos. Lo vimos en Whiplash, con esa obsesión por ser el mejor, y ahora en La La Land. Es curioso que, al albor del jazz, surgieran los primeros hipsters, Kerouac y compañía.

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¿Por qué ha calado tanto La La Land? ¿Por qué ha emocionado? A los mayores porque les recuerda a un cine feliz, a un Hollywood dorado, alejado de superhéroes con traumas, y cintas de acción con fuegos artificiales o a dramas oscuros que hablan de los problemas de una sociedad que no consigue salir adelante, después de una crisis que ha dejado a la mitad fuera del sistema, como muestra otra cinta de la temporada, Comanchería. Un país donde los conflictos raciales y el egoísmo vuelven a surgir, como muestra Moonlight, o donde el machismo sigue estando presente, como indica Figuras ocultas. La La Land es, como señala el periodista José Manuel Romero, la primera película post crisis y eso empieza a gustar.

A los más jóvenes por varias cosas. La primera es porque se aleja de ñoñerías románticas, la historia reflexiona sobre los tópicos de la fama: las fiestas, el culto al famoso o la superficialidad, algo que parece dominar nuestra vida diaria en las redes sociales. Pero además, porque retrata una manera de relacionarse con el amor y con el trabajo, que se basa en el "yo" y no en el "nosotros", donde las relaciones se evaporan y el sueño americano vuelve a ser posible.

Vivimos en una sociedad líquida, sentimos amores líquidos, como diagnosticaba Zygmunt Bauman. "Estamos solos y acompañados", añadía el filósofo. Eso es lo que les pasa a Sebastian y Mia. Dos soñadores que sueñan solos, no han aprendido a soñar juntos. Quizá ese sea el poso amargo que deja la alegre La La Land, que como sociedad no hemos aprendido a construir sueños conjuntos.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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