El dedo de Trump

Madrid

Viendo la rueda de prensa de Donald Trump me di cuenta de que hemos tenido delante la clave todo este tiempo. Lo que ocurre es que siempre, siempre, dice cosas tan locas que cuesta detectar hasta lo más evidente. El dedo de Trump. Ese dedito rosa, carnoso, que lo saca siempre a pasear. La falange de Trump, el dedo índice de su mano derecha.

Hay quien prefiere dar la palabra con el boli, otros la dan con la barbilla. Incluso hay políticos a los que basta dar órdenes con la mirada. El dedo de Trump es otra cosa. Ya tiene vida propia. Ese dedo índice de su mano derecha que iba manejando la rueda de prensa se movía solo, ajeno incluso a la voluntad de Trump. Le ha dado tanta confianza al dedo que ya no lo puede controlar. El dedo se tensa y apunta cuando el periodista no le gusta; en ese caso, siguiendo órdenes de su dedo, Trump insulta.

Hay simbología magufa, como que ese dedo significa el ego, la autoridad, también la desobediencia. Pero los estudios ahora se dirigen a tratar de averiguar el jeme. El jeme es la distancia que existe entre el pulgar de Trump -el pulgar de todos nosotros- y su índice. A partir del jeme podrían sacarse más conclusiones, como la política exterior estadounidense. Porque en el dedo de Trump, el dedo que no hemos dejado de ver todos estos meses sin darnos cuenta, está absolutamente todo.

Ese dedito loco lo mismo señala a periodistas enemigos como presiona el botón nuclear. De ese dedo, del que Trump ha contado que también agarra mujeres, depende la civilización. Se ha llegado a un punto en la política mundial en que la población esté más pendiente del dedo del presidente de los Estados Unidos, y de a dónde llegará, que del propio presidente, que es un hombre ya desahuciado antes de ser nombrado.