Saturno en la Puerta del Sol

Madrid

2017 años atrás, las ocho columnas de la imagen eran parte de la última restauración del templo de Saturno en la ciudad más poblada de Occidente, Roma. Alrededor de medio millón de personas apiñadas y, en su inmensa mayoría, esclavos o antiguos esclavos. Un día cada año, cuando la luz recomenzaba a vencer a la oscuridad, en el solsticio de invierno, la ciudad se transformaba en una fiesta, en la Saturnal. Primero un único día, luego hasta siete, los esclavos celebraban una libertad concretada en comidas, juegos y reuniones que los amos toleraban como un rito religioso. El cristianismo acató la esclavitud pero prohibió las fiestas saturnales, y colocó en esa fecha la más íntima y familiar de sus celebraciones, la Navidad. La coexistencia de una celebración religiosa seguida de la recuperación del espíritu social y popular de la antigua saturnal, miles de personas desconocidas entre si y reunidas en un espacio público, es reciente.

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El cine contribuyó a la difusión de sus escenarios, Times Square o Picadilly circus, mientras La Puerta del Sol madrileña se popularizaba como nuestro escenario simbólico. Todo el mundo conoce sus edificios más representativos, pero Paqui Ramos le da una vuelta a pie de acera.

Comida y excesos diversos han ido sofisticando la ceremonia en el último siglo. La logística de Nochevieja implica a varios miles de personas solo en la capital.

Mientras retrocedemos a la Roma en saturnales, tres implicados directamente en este esfuerzo nos cuentan todo tipo de detalles. Gonzalo Reguera, licenciado en veterinaria y especializado en administración de empresas, cruza desde hace ocho años la ciudad dormida, para llegar a Mercamadrid, el lugar que concentra alimentos para doce millones de personas. Gerardo Alonso, sargento de la policía municipal con 35 Nocheviejas a sus espaldas, ha pasado de ver una plaza llena de jóvenes en plena "mili" a poder ver la hora en cualquier reloj de pulsera de los asistentes... A cincuenta metros de distancia. Javier Quiroga por su parte, recuerda una época en que las ambulancias eran poco más que taxis pintados de blanco, mientras esta noche cada una de las varias UVI móviles desplazarán un millón de euros en equipamiento al servicio del SAMUR (Urgencias en Madrid), donde lleva treinta años atendiendo a las personas que lo necesitan.

El obsequio más habitual entre los adultos de la Roma clásica eran las antorchas de cera. No eran demasiado caras y cumplían con el símbolo de fuerza luminosa, solar, que implicaba las Saturnales. De todos los espacios públicos elegidos hoy en Occidente, el nombre de la plaza española sería el favorito de Saturno.