Resulta que no

Madrid

Lo que dice Pablo Iglesias respecto al funcionamiento de un partido político es bastante lógico: es difícil que pueda funcionar si su congreso quiere elegir a un secretario general determinado y, al mismo tiempo, una estrategia política y organizativa radicalmente distinta a la de éste. No es extraño, pues, que Iglesias anuncie (o amenace, según quien lo interprete) con dimitir, en el caso de que el congreso de Podemos que se celebrará en la plaza de Vista Alegre, en Madrid, el próximo mes de enero, quiera unir las dos cosas: su liderazgo y la estrategia de Iñigo Errejón.

Si de verdad los dos políticos quisieran continuar juntos, tendrían que llegar a un acuerdo antes de acudir al congreso, de manera que las dos corrientes aparecieran ya con criterios unificados, lo que en este momento parece difícil. Así que, por ahora, la ruptura entre los dos políticos que protagonizaron el más interesante proyecto político en España en muchos años parece inevitable.

Pablo Iglesias tiene razón en que los partidos políticos funcionan generalmente, en España y fuera de España, de una manera bastante rígida y disciplinada. Ninguno de los partidos tradicionales sería capaz de imponer un proyecto político a su secretario general. No lo hizo el PSOE, cuando intentó imponer el marxismo a Felipe González, y no lo hizo el Partido Popular, cuando algunos soñaban con imponer al primer José María Aznar su propio ideario ultraconservador.

Lo que sucede en este caso es que el mismo Pablo Iglesias ha defendido que Podemos es algo distinto a un partido político tradicional. Resulta que no.