Seamos malteses
El editorial de Celia Blanco en 'Contigo Dentro'
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Madrid
De Malta sé lo justito. Sé que es un archipiélago, no muy grande y que es una república parlamentaria. Puedo situarlo a tiro de piedra de Italia, al norte de Libia y al lado de Túnez. Como fui de las que alimentaron sus calentones de adolescencia devorando comics, encontré en uno de esos tebeos al hombre que estaba destinada a amar: Corto Maltés. Y acerté. Porque las faciones que creó Hugo Pratt son idénticas aunque no lo crean al hombre con el que comparto mi vida. Yo también me quedé con un Patillas de corte imponente.
Qué suerte tengo de que Malta me haya dado tanta literatura..
Esta semana, Malta ha dado una nueva lección al resto del mundo. Desde esta semana nadie, repito, nadie, podrá "cambiar, reprimir o eliminar la orientación sexual de ninguna persona. Se convierte así en el primer país que prohibe la "cura" de la homosexualidad. No podrá porque si lo hace tendrá que enfrentarse a multas de hasta 9.300 euros o incluso condenado a un año de prisión.
La nueva ley de afirmación de la orientación sexual, identidad y expresión de género protege a los individuos y obliga a que la sexualidad jamás pueda tratarse como un trastorno, enfermedad o defecto de ningún tipo" y reduce a los 16 años la edad mínima con la que una persona puede solicitar un cambio de género sin la aprobación de sus padres.
Las últimas elecciones generales de 2013 las ganó el Partido Laborista (socialdemócratas integrados en el Partido Socialista Europeo). Las ganaron por amplia mayoría. Una convocatoria a la que acudió el 95% del electorado. Parece que los malteses sí quieren decidir cómo debe ser su país. Y quieren que sea el que más respete a los individuos sean como sean y amen a quien amen. Por cierto, el 98% de los malteses se declara católico.
Hasta en cuestiones de religión, deberíamos aprender de Malta.
