Aprendiendo a follar

Madrid

Ahora que me reconozco como una mujer que compra flores; ahora que descubro con Tom Spanbauer que Ahora es el momento, me ha dado también por recordar cómo me enteré yo de qué coño iba esto.

De sexo en casa no se hablaba. Nadie cayó en la cuenta de que por una cuestión de supervivencia, casi mejor que alguien me enseñara por qué el dolor de corazón llevaba implícito aquel escozor entre las piernas. Mal que le pesara a quien decepcionara con mis actos adolescentes, ni la maternidad ni la reputación me preocuparon. La primera la combatí enterándome de lo que era un condón por un cómic llamado El Víbora que solo leían los chicos. La segunda aprendiendo rapidito que lo lícito era hacerlo en lo oscuro y por supuesto, con los que ya tenían pareja. Esos que no lo cuentan...

Así que a punto de cumplir los 17 me acosté con el rarito del grupo, justo el que me gustaba. Sin intentar siquiera que fuera mi novio. Cumpliendo lo que años más tarde sería uno de mis más firmes principios: follar con quién yo quería. Era el raro, sí. No era el más simpático, también. Pero no le puso dramatismo a lo que no lo tiene, que de eso a los dieciséis hay mucho.

En breve seré yo la que tendrá que decidir cómo sienta a su Moco para contarle de qué coño va esto. Me avala que su padre, ¡sorpréndanse! doce años después me sigue metiendo mano por los pasillos. Por supuesto ya nos pilló, por supuesto ya le explicamos. Ahora queda definir la estrategia para que entienda que incluso aunque le partan el corazón… Esto merece la pena.

Que aprenda a no mentir a ninguno de sus amantes, que elija solo a los que lo respeten, que se una única y exclusivamente a los que ame. Que use el artículo genérico neutro incluyéndolas también a ellas. Que aprenda que lo único que merece la pena es ser feliz… Sin que importe con quién sea.

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No se cumplen las expectativas de todo el mundo; bastante tenemos con cumplir las nuestras. ¿No creen?