Sacralizar la Constitución

Madrid

Tengo la misma edad que la Constitución y estamos más o menos igual, porque yo necesito unas cuantas reformas. Antes de las nueve de la mañana de un festivo de lo único que pueden hablar dos personas adultas es de la Constitución. Y si está en su mano, incluso reformarla. Aunque sea a espaldas del pueblo. Porque los ordenamientos, los libros de normas, las leyes que regulan una sociedad tienen un nombre si son inmutables: se le llama Biblia. Por eso la Constitución no es sagrada: no regula la fe, sino la convivencia. Y la convivencia cambia. Nosotros cambiamos. La sociedad cambia. Además te voy a decir algo revolucionario: cambia a mejor. Y si cambia a mejor, y la Constitución no recoge esos cambios, envejece.

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Lo único que se consigue sacralizando la Constitución al punto de evitar siquiera tocarla es hacernos creer que seguimos viviendo en las mismas circunstancias y en la misma sociedad que hace 40 años. Las verdades únicas son siempre peligrosas porque no se someten a un espíritu crítico que pueda modificarlas. Cuando uno dice: "Estoy con la Constitución", está con un ordenamiento susceptible de ser revisado y acordado entre todos, no con una ley que cada vez le queda más lejana. Esto no es menospreciar la Constitución ni negar su valor: es apreciarla y tenerla en mayor consideración.

Iglesias y Errejón han anunciado que no acudirán al homenaje. La Constitución permite todo: también que los representantes públicos no la homenajeen. Y puede homenajearse de muchas maneras. Una de ellas es acatarla. Y otra es reformarla.