Comienza el siglo XXI

Madrid

Hoy comienzan en La Habana los actos de homenaje a Fidel Castro. Instalan sus cenizas en la Plaza de la Revolución junto a la escultura de José Martí, el héroe de la independencia, de quien él se consideró sucesor. Comienza una larga semana de despedida del hombre que puso a Latinoamérica en el mapa político mundial en la década de los 60. Lo hizo con mano de hierro desde una pequeña isla de apenas 11 millones de habitantes a la que cambió de arriba abajo y que ha marcado a la izquierda en todo el planeta durante 60 años, especialmente a la Iberoamericana. Desde que la mañana del sábado se conoció su muerte, lo único en lo que coinciden todas las crónicas para describir a una personalidad que no dejaba a nadie indiferente es que con él se va el último referente del siglo XX.

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La muerte de Fidel es el corolario de un año, este 2016, en el que se pueden hacer todos los juegos de palabras que se quieran con el título de la película de Peter Weir, ‘El año que vivimos peligrosamente’. O que cambiamos peligrosamente. O estúpidamente, como dice alguno. En muy poco tiempo ha desaparecido la esperanza de las primaveras árabes, se ha multiplicado la sangría -y ya parecía difícil- en Siria y en Iraq. En Estados Unidos un supremacista blanco sustituye al primer presidente negro. Europa se ha partido por las islas británicas. Y no es precisamente un europeísta apasionado el hombre al que Francia parece confiar la tarea de frenar a la extrema derecha. François Fillon ganó ayer las primarias del partido conservador con un discurso reaccionario. Pero, ¡ojo!, cuánto han cambiado las cosas para que el muy conservador partido conservador francés elija a su candidato en primarias y con gran participación. Y aún nos quedan este próximo domingo las elecciones presidenciales en Austria en las que otro ultra le disputa la presidencia a un ecologista, y el referéndum constitucional en Italia, que puede acabar con el gobierno más estable en el país de los últimos años si triunfa el No que defienden por la izquierda el Movimiento 5 estrellas y por la derecha la Liga Norte.

La foto fija que hoy ofrece Cuba -anclada casi en los tiempos de la revolución- parece más fija que nunca en un mundo en cambio permanente. En un continente con enormes cifras de desigualdad, Castro dio sanidad, educación y dignidad nacional a su pueblo, pero no pluralidad ni herramientas políticas democráticas ni claves para adaptarse al presente y al futuro. Esa es la tarea que tienen por delante en un contexto que se está recolocando a ritmo de vértigo.

Muere Fidel y se va en enero el único presidente de Estados Unidos que entendió que si en 60 años la confrontación no funcionó con esa isla caribeña minúscula, había que intentar el acercamiento. Llega Trump y vuelve la retórica de los halcones. Y en Europa al revés. El halcón Aznar intentó lo que no pudieron 11 presidentes norteamericanos: condicionar la relación entre la Unión Europea y Cuba a cambios drásticos en la isla. No sirvió de nada pero le hizo perder a España la posibilidad de ejercer de puente entre Cuba y el resto del mundo. Este próximo mes de diciembre Bruselas entierra definitivamente aquella posición común aznariana y veremos si España aprovecha la nueva relación bilateral para recuperar protagonismo en las relaciones con una isla a la que nos une todo.