Fracaso

Madrid

Les prometo que lo he intentado. Hace un par de semanas, me propuse dejar tranquilo al PSOE durante una temporada, por el cariño y el respeto que me inspiran muchas personas que aman esas siglas. He hecho todo lo posible, pero he fracasado. Ni la muerte que ya ha empezado a embellecer a Barberá, a otorgarle el póstumo don de la bondad del que tantos españoles nefastos se han beneficiado antes que ella, ni el video en el que Trump bendice el fracking, ni la tragicomedia de las pensiones que nunca cobraremos, nada me ha afectado tanto últimamente como la deriva de la dirección del PSOE.

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La misma gestora que enarboló con ardor guerrero la bandera de la unidad de España para deshacerse de un enemigo político hace muy poco, acepta ahora, con un mohín de disgusto que no engaña a nadie, que los socialistas vascos hayan aceptado discutir el derecho a decidir para entrar en el gobierno. Su conversión al diálogo sería una noticia inmejorable si no implicara un grave desprecio hacia sus compañeros catalanes y hacia los catalanes en general.

Las declaraciones que pretenden marcar diferencias entre ambos nacionalismos resultan tan patéticas que ni siquiera las mencionaría, pero su perfecta sincronización con el anuncio de la candidatura de Susana Díaz les otorga una relevancia casi siniestra. Ahora que el racismo y la xenofobia están tan de moda, discriminar entre dos territorios según los votos que puedan aportar o no en unas primarias, rebasaría los límites de la indecencia política. Y les aseguro que, por más que la busco, no se me ocurre otra explicación.