Listones
La histeria acusatoria con la que los partidos y los poderes tradicionales recibieron a Podemos no puede servirles eternamente de cobertura ante cualquier contradicción entre el discurso y los hechos
Madrid
La Cadena SER dio ayer la noticia de que el portavoz de Podemos en el Senado compró a los 23 años en Alcobendas un piso de protección pública del paquete del 15% de viviendas que la promotora adjudicó directamente. El resto lo sorteó el Ayuntamiento entre los solicitantes que reunían determinadas condiciones. Contamos también que sin haberla ocupado, la vendió a los pocos meses con una plusvalía de 30.000 euros. Tenía varias opciones para deshacerse del piso: devolverlo a la promotora que le hubiera reembolsado su dinero y la habría ofrecido a otra persona necesitada de ella; podía haberla vendido por lo que a él le costó; o también venderla por el precio máximo que le autorizaba la Comunidad al ser una vivienda protegida. Eligió esto último, estaba en su derecho, sí.
¿Es comparable con lo que ha pasado en España, con lo que hemos visto caer en España en los últimos años? No, claro que no. Por supuesto que no. Hemos contado en los últimos años en la Cadena SER una auténtica sangría de dinero público, con pelotazos millonarios, agujeros negros millonarios. Una corrupción gangrenosa que ha hecho tambalear el sistema y que en buena medida provocó la indignación popular que alumbró el nacimiento de Podemos.
Pero ese nacimiento y la histeria acusatoria con la que los partidos y los poderes tradicionales recibieron a Podemos no puede servirles eternamente de cobertura ante cualquier contradicción entre el discurso y los hechos de alguno de sus integrantes. Ahora tienen cargos y responsabilidades en las instituciones y no pueden pretender estar al margen del escrutinio público, ni del trabajo de los periodistas que consiste, entre otras cosas, en revelar las contradicciones. ¿Que existan grandes casos de corrupción en España les exime de cualquier responsabilidad ética, por minúscula que les parezca? La teoría de la conspiración para explicar cualquier información incómoda que les afecte se agota pronto y es más grave esa incapacidad para entender su papel y el de los medios que el hecho en sí.
Espinar admite la mayor. Que compró la vivienda de protección pública a los 21 años, cuando no tenía ingresos, cuando era un estudiante, que pagó la entrada con 60.000 euros que le prestó su familia, que no llegó a vivir allí, y que fue inmediatamente después de firmar las escrituras y subrogarse en la hipoteca, siendo becario en la Complutense, cuando decidió venderla porque no podía pagarla y que obtuvo un beneficio de 20.000 euros, que son 30.000 si se incluyen los impuestos. Sobre su precoz afán por ser propietario explica que había confiado en que al terminar la carrera encontraría un trabajo que le permitiera afrontar el gasto. Y aseguró que la vendió al precio más alto posible porque, según él, era el precio marcado por la Comunidad.
Estos son los hechos, ni más grandes ni más pequeños que lo que un partido que ha puesto el listón altísimo para lo demás quiera exigir a los suyos.