El valor de la política

Madrid

Después de diez meses sin gobierno, seguiremos sin gobierno unos días más porque Rajoy se toma su tiempo. Hoy jurará el cargo ante el Rey y el jueves comunicará la composición del consejo de ministros. O prepara una remodelación muy a fondo de su gabinete con nombres sorprendentes o quiere empezar mandando señales de quién manda, también en los plazos. En cualquier caso, en esta semana habrá ejecutivo y comienza una etapa que se adivina muy complicada y con muchas tareas pendientes.

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Pero quizás la más urgente de todas es que la política recupere el crédito social. La política que es el único recurso contra la desigualdad; la política que puede y debe dignificar los empleos y los salarios para que no insulte a la inteligencia que nos cuenten el número de contratos que se hacen mientras todos vemos alrededor cómo no se llega a fin de mes; la política que debe apuntalar la sanidad y la educación con reglas y con dinero; la política que es la única garantía de convivir respetando las diferencias; la política que es la única que puede ordenar la jungla de la globalización que ha desposeído a los ciudadanos de su condición de tal para convertirlos en clientes. No es sólo un problema nuestro, pero es también nuestro problema.

No parece que Rajoy tenga intención de derogar sus leyes más lesivas. Lo dijo claro en la sesión de investidura: él es quien es, cree en el proyecto que cree, el suyo, y no está dispuesto a derribar lo que él mismo ha construido. Negociar algunas cosas sí, pero no aceptará su demolición.

Tampoco parece fácil que en el corto plazo se construyan en el Congreso afinidades y mayorías alternativas dado el nivel de acritud y de tensión que vimos el sábado.

El PSOE empieza a recoger hoy los cascotes de sus propios errores, sin líder y con un grupo parlamentario fracturado. Y a la vez inicia la carrera para el Congreso extraordinario donde parece claro que habrá confrontación no sabemos todavía si de proyectos o sólo de personas, que es lo peor que podía pasarles, si es que pueden pasarles cosas peores todavía.

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Podemos cumplió con su nacimiento y en estos dos años con la tarea de convulsionar un sistema que hacía aguas y pedía a gritos su renovación. Eso ya lo hizo, ahora toca trabajarse el día a día más allá de las performances y los fuegos de artificio. Es menos vistoso, pero interviene más en la realidad.

El paisaje después de la batalla del sábado en el Congreso deja cansancio y tensión, pero es urgente, urgente que todos, y especialmente la izquierda, le devuelva a la política su valor. Si después de este año en el limbo, sigue cayendo la confianza en los políticos y crece la distancia y el desinterés, entonces sí que habrán vuelto a perder los de siempre.