Sin grandes expectativas

El debate de ayer en el Congreso de los Diputados fue bastante interesante. Es verdad que no ayudó lo más mínimo a saber cuáles son los objetivos económicos o sociales del candidato a presidente del Gobierno, más allá de propósitos muy generales sobre los que luego resultará muy difícil pedir cuentas. Ese tipo de discurso de investidura gaseoso se está convirtiendo en un hábito característico de España, muy poco recomendable.

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Aun así, el debate fue interesante porque ayudó a visibilizar cuales van a ser las estrategias de cada partido en esta legislatura. Y esas estrategias no permiten, en absoluto, anticipar una legislatura en la que se puedan formar mayorías capaces de hacer frente a grandes pactos o grandes reformas. No se vislumbra, en absoluto, ese ánimo realmente negociador, por mucho que prácticamente todos los oradores dijeran que hace falta dialogo y llegar a acuerdos. Quizás cambien con el paso de los meses, pero, por el momento, no es posible ser optimista.

A la espera de la segunda votación de la sesión de investidura de Mariano Rajoy, que se celebrará mañana sábado, a última hora de la tarde, y que previsiblemente dará paso a la formación del Gobierno, todos los ojos miran a Pedro Sánchez, el ex secretario general del PSOE. Nadie cree que Sánchez haya dado por perdido su pulso con otros barones socialistas por el control del partido. La manera en la que elija dar esa batalla depende mucho de lo que haga el sábado.