Cultura socialista

Madrid

El senador socialista José Caballos advirtió hace unos días, en una reunión entre compañeros, que quien no acate la disciplina de voto, ya está sobrando. El tono de sus palabras es interesante ahora que se recurre tan a menudo a la cultura del PSOE para justificar lo que resulta difícil de entender. Ante un riesgo de fractura tan peligroso como el que se ha planteado, yo, al menos, habría entendido mejor que la gestora consensuara con las partes, en la intimidad de su sede, una abstención suficiente y parcial, tan cómoda para sus partidarios como para quienes deseen votar no a Rajoy.

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Las amenazas y exabruptos dirigidos en público contra los disidentes recuerdan a cambio que la cultura socialista es un explosivo tan inestable como la nitroglicerina. No es cierto que la historia del PSOE no pueda aportar precedentes para una crisis de este calibre. Existen varios, y el más grave de todos, sin duda, sucedió el 5 de marzo de 1939 cuando, aún en plena guerra, la dirección de Madrid, con Besteiro a la cabeza, participó en el golpe de estado que el coronel Casado dirigió contra el gobierno presidido por otro socialista, Juan Negrín.

Aunque no caben las analogías, es curioso recordar que aquel golpe tuvo dos clases de triunfadores, unos dentro y otro fuera del PSOE. Los primeros expulsaron fulminantemente a todos los negrinistas del partido. Luego se marcharon corriendo al exilio, eso sí, porque el gran vencedor de aquel golpe fue Franco, que logró al fin entrar en Madrid, de donde sólo saldría, tras treinta y siete años de dictadura, con los pies por delante.