El bochorno

Madrid

Lo peor de lo que está pasando en el PSOE no es el escándalo, ni el bochornoso espectáculo, que ya no parece cosa de política sino de psiquiatría, y que no sabemos cómo o cuándo va a terminar, porque la bronca se enmaraña con un galimatías legal de los que acaban mal y nunca. Ni siquiera es lo peor el numantinismo de Pedro Sánchez, que como hace unos días me temía, ha llevado el asunto a los terrenos de los duelos a última sangre y a los cantares de gesta.

Lo peor es que el PSOE está fracturado en todos los planos: fractura en la ejecutiva y en el comité federal, y en la militancia, y en el electorado, con posturas radicalizadas al máximo que, en cualquier momento, en cualquier federación, puede incluso acabar a palos.

Y además el PSOE no tiene las figuras históricas que puedan intentar apaciguar los ánimos, porque la más importante de todas ellas, Felipe González, se ha implicado en la lucha como activista de primera línea, y es ahora manzana de la discordia.

El PSOE no se va a morir porque es el PSOE, sólo por eso, pero corre el riesgo de acabar en el desván de los trastos inútiles, y tendrá que pasar mucho tiempo antes de que pueda ofrecer algo a este país y que este país lo tome en consideración.