“Niña, aquí no entra nadie si no es con una granada de mano”
Puri Tormo, secretaria, mecanografió la sentencia que condenó a los autores del 23F. Décadas después, todos están en libertad
Puri Tormo, secretaria judicial, en una de las dependencias del Tribunal Supremo. / PABLO PALACIOS
Madrid
Purificación Tormo es una de las dos secretarias del Tribunal Supremo que trabajaba en él tras el golpe de Estado del 23F. Asistió a los magistrados mientras estos redactaban una condena y mecanografió el texto. Lo hizo en el palomar, un conjunto de tres despachos con puertas blindadas y custodiados por un guardia civil, separados por unas estrechas escaleras de la sala segunda del tribunal.
Puri Tormo, la secretaria que mecanografió la sentencia del 23-F
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Ella debía dejar todas sus pertenencias antes de entrar allí, y nada podía salir al exterior. La sentencia dictó condenas de hasta 30 años de prisión.
Hasta 150 folios conformaron el documento que Puri transcribió en ese espacio y que nadie conocía. "Allí no se podía entrar de ninguna forma. Las puertas eran acorazadas, los cristales blindados, rejas en las ventanas", expresaba.
Aquel cuarto, donde se encontraba el sumario, aún permanece bajo llave. "Eran dos armarios que contenían los 18 tomos", nos contaba.
En aquellos años las copias de las sentencias se hacían con carbón y papel de calco. Pero en ese momento, la urgencia de la situación hizo que les aprovisionaran de máquinas eléctricas y fotocopiadoras.
El carácter del caso hizo que no se lo pudiera contar a nadie. Ni siquiera a su pareja de entonces. "Era muy jovencita, muy inexperta. Era secreto total y absoluto", decía.
El periodista Javier González Ferrari escuchó con sus propios oídos las líneas de esa sentencia y 33 años después ha valorado aquel momento: "No es lo mismo cómo era el juicio de militares a militares, a cómo fue después la casación que se hizo después en el Supremo".
Además de la sentencia del 23F, por las manos de Purificación han pasado importantes casos como el de Banca Catalana, el caso Almería o el caso Filesa, ente otros. Su día a día le dejó algunas anécdotas: "La mayoría de magistrados escribían mal, tenían mala letra". "Conseguí que un magistrado me escribiera en una libreta de colegio, porque se torcía".