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EL OTRO LADO DE LA JUSTICIA

“La familia lo es todo”

En La Otra Cara de la Justicia entrevistamos a la presidenta de la Fundación Raíces, Lourdes Reyzábal, y a Boby, cuyo caso forzó al Tribunal Constitucional a establecer que los menores inmigrantes no acompañados fueran escuchados antes de ser expulsados de nuestro país

Lourdes Reyzábal en 'Hoy por hoy' con Macarena Berlín / CADENA SER

Lourdes Reyzábal en 'Hoy por hoy' con Macarena Berlín

Madrid

Un abrazo largo, sincero y silencioso se convierte en el mejor prólogo de esta entrevista. El abrazo entre la presidenta de la Fundación Raíces, Lourdes Reyzábal, y Boby, a quien con 17 años ella y su marido, Nacho de La Mata, consiguieron bajar de un avión para que no fuera deportado a Marruecos. Su causa llegó al Tribunal Constitucional que, en una sentencia pionera, estableció el derecho de los menores inmigrantes no acompañados que llegaban a nuestro país a ser oídos y a tener asistencia letrada antes de ser expulsados. Boby se quedó en España y sirvió de ejemplo para otros niños.

"Te vamos a repatriar"

19:30

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El caso de los menores inmigrantes no acompañados que llegan a nuestro país es la historia de Boby pero también es la historia de Lourdes Reyzábal y de su marido ya fallecido, Nacho de La Mata. Ellos descubren en 2003 que el Estado que debía proteger a estos menores que llegaban en los bajos de un camión o en patera a España "los expulsaba bajo el paraguas de la ley de extranjería y sin reconocerles los derechos de los mayores extranjeros cuando habría que aplicarles la ley del menor".

Reyzábal recuerda en Hoy por hoy con Macarena Berlín que entonces "se presentaban seis policías y con lo puesto -chanclas y pijama- mandaban a sus países a los menores y los dejaban, a veces, a 600 kilómetros de sus casas". Se trataba de "una operación diseñada", según la presidenta de la Fundación Raíces. "Era el niño frente a todo el Estado" porque "las Comunidades Autónomas tenían encomendada la tutela del menor; la delegación del gobierno -el gobierno central- dictaba las órdenes de repatriación; la fiscalía las autorizaba incluso hasta en grupos de 40 en 40 y la policía ejecutaba la repatriación". Ante esa situación ella y Nacho "fueron a los centros para elaborar un fichero de niños susceptibles de ser repatriados" y les dieron "un número de móvil para que alguien les pudiera llamar cuando fueran a ser expulsados".

"No sabía lo que estaba haciendo"

Ese fue el caso de Boby que llegó a España en patera con 13 años en el año 2003. Ya tenía 17 años, una novia, permiso de residencia y estudiaba un curso de mantenimiento de edificios.  Recuerda que "bajaba como cada día para ir a clase cuando cinco policías aparecieron con mi pasaporte y me dijeron que me tenía que ir". El menor cuenta que "me agarré a la puerta pero un policía me golpeó en la cara". Lo metieron en el coche para subirlo a un avión con destino a Marruecos. "Yo no tenía ninguna esperanza de quedarme en España, no sabía lo que otras personas estaban haciendo por mí", asegura. Lourdes y Nacho ya habían sido avisados e intentaban parar la deportación de Boby en los tribunales. Ajeno a todo eso el chaval "solo pensaba en qué le iba a decir a su familia y a sus amigos cuando le vieran regresar porque cualquiera pensaría que si te han echado de un país es porque has hecho algo malo".

Boby recuerda con tristeza su viaje a España en los micrófonos de la Cadena SER. "Era un niño y no sabía lo que estaba haciendo pero veía gente que bajaba a Marruecos en vacaciones con regalos, coches de lujo y yo quería eso para familia, quería algo mejor". Con el tiempo y la experiencia, ahora ve las cosas de otra forma y cree que esas personas "se disfrazan, te enseñan la cara buena porque si vienes aquí y les ves currando como uno más dices yo no quiero esta vida".  A pesar de todo se arrepiente solo a medias de su decisión porque "he vivido experiencias y he conocido a personas que han merecido la pena" pero me arrepiento "de no haber disfrutado de mi infancia y de sentirme solo porque dejar a la familia es lo peor que puedes hacer". "La familia lo es todo", insiste Boby. Y ahora, concluye "cada vez que voy a Marruecos, cada segundo que paso con ellos lo disfruto como si fuera el último".   

Pruebas radiológicas

La sentencia de Boby no ha cerrado la puerta a las expulsiones de menores inmigrantes no acompañados. La administración sigue abandonándolos pero ahora los deja en las calles y no los mandan a sus países. "Les hacen mayores de edad", resume Reyzábal. "Ellos vienen con un pasaporte que dice que son menores pero dicen que los datos son falsos, les hacen pruebas radiológicas y la fiscalía sistemáticamente aprueba decretos de mayoría de edad". De esta forma "les expulsan del sistema de protección y le dejan en la calle hasta que cumplan 18 años y puedan trabajar porque su pasaporte que nadie discute dice que son menores y no tienen permiso del tutor para poder trabajar que es la Comunidad Autónoma". 

 
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