Vacaciones

Madrid

Este año nos vamos de vacaciones con los deberes hechos. Ustedes y yo por llevar once meses trabajando duro o buscando trabajo, que es más duro todavía. El gobierno en funciones, por haber cumplido con la tradición de todos los gobiernos que han invocado la moderación en la historia de España. Es decir, entendiéndose con otros partidos conservadores, católicos y reaccionarios en lo que, desde siempre, le ha importado a las derechas, más allá de veleidades soberanistas y banderas con estrellas.

La pasta es la pasta, y ese principio sacrosanto ha obrado el milagro de la penúltima resurrección de Sánchez, que sueña con la esperanza de ahorrarse una abstención veraniega. Luego ya veremos, pero el verano ha puesto a cada cual en su sitio, y a los nacionalistas al lado del PP. Es todo tan rancio que, desde que Ana Pastor se alzó con la presidencia del Congreso, nos merecemos las vacaciones mucho más.

Disfrútenlas. En la playa, en la sierra, o en casa, cerrando los balcones a cal y canto de día, subiendo las persianas por la noche, trasnochando en terrazas hasta la madrugada. En verano, España siempre merece la pena, porque los españoles, aunque nunca lleguemos a cumplir el déficit público, sabemos derrochar en privado la fórmula de la felicidad. Yo me voy a la bahía de Cádiz, a dormir la siesta, a hacer lo menos posible y a reírme tanto como pueda. Estoy segura de que es un programa mucho mejor que el que presentará el gobierno que tendremos en otoño. Así que descansen ustedes también y ríanse, ríanse mucho, por si en septiembre nos toca llorar.

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