Una buena broma y una boutade

Madrid

Los británicos son estupendos a la hora de organizar funerales y bodas reales. También lo son a la hora de encontrar la frase irónica cuando llega la hora de las despedidas o de los homenajes.

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David Cameron, por ejemplo, tuvo que marcharse a toda prisa porque todo le salió rematadamente mal, pese a que había ganado las elecciones muy cómodamente solo un año antes, y en su adiós en la Cámara de los Comunes, hizo honor a la tradición y encontró la frase simpática para dar paso al futuro con su sucesora, Theresa May. “Oigan” , dijo, “un día hasta yo fui el futuro”. Recibió grandes aplausos, incluso de la oposición, que sabe reconocer una buena broma. En España somos poco dados al humor, y el presidente del gobierno en funciones se ha hecho famoso no por sus bromas o ironías sino por sus boutades. Puestos a encontrar una solución imaginativa al bloqueo que se dibuja en la escena política española, a alguien se le podría ocurrir ofrecerle la presidencia del Congreso.

Suena a boutade, pero quizás sería un lugar estupendo para Mariano Rajoy: estaría perfectamente protegido, tendría un cargo de alta representación y podría lucirse con alguna que otra salida de tono, sin peligro alguno para los ciudadanos. Y al mismo permitiría acabar de una vez con este espectáculo tan desagradable de ver a un político incapaz de echarse a un lado para permitir arreglar un desaguisado.