Estrofas que brotan de la entrepierna
La Tana se ha ido de concierto esta semana y ha vuelto a ver a la orquesta que un día la unió a unas sábanas.

Getty Images

Madrid
La orquesta no llevaba ni tres minutos sobre el escenario, cuando él empezó a tocarme el culo. Amparado por la nocturnidad del club y la alevosía de quien me tiene ganas, agarró mi cachete para mecerme siguiendo el compás de la música. Aquella noche follamos como nunca mientras uno a uno sonaron todos mis discos de Pink Martini.
A partir de entonces aquella fue la música que nos uniría irremediablemente. Sus manos en mi culo y las mías en su polla. Su cabeza entre mis piernas y mis caderas elevadas sobre las sábanas a cuatro patas. Besos de gato que se dan con lengua, abrazados desnudos en una cama, comiéndonos a besos, mordiéndonos el alma.
Años más tarde repetimos concierto de Pink Martini. Música de orquesta subliminada por la voz grave y rotunda de aquella jaca de metro ochenta y cinco de estatura a la que hasta el más áspero de los mortales puede desear para siempre en su cama. Un, dos, tres… Comienza. Y con los primeros acordes, sus manos recuperaron de nuevo mi culo.
Sin pasarnos factura por todo lo que hubiera podido distanciarnos durante todos aquellos años; sin rendirnos cuentas por las ausencias ni por los excesos. Dejándonos envolver; restregándonos el uno contra el otro, acariciándonos al compás de aquellas notas musicales. Buscándonos pero sobre todo… encontrándonos.
Sobra decir que el sexo suena con las notas musicales que cada uno interpreta. Que las estrofas brotan de la entrepierna, que el ritmo lo marcan las caderas empujando, que tú y yo seguimos interpretando nuestra propia banda sonora.
Sobra decir que la vida y el sexo son mucho más divertidos… Contigo dentro.