¿Quién frena al gigante defraudador?

Madrid

Vamos a inaugurar este mes de julio con un ejercicio de levantar la mirada y dirigirla a los grandes nombres del mundo, digamos a los amos que manejan vidas y haciendas desde su preeminencia tecnológica. El gigante Google, por ejemplo. Tan moderno, que bien pronto han aprendido sus gurús tan aplaudidos cómo hacerse un delincuente fiscal a la velocidad de la luz. Ahí tenemos a decenas de inspectores fiscales buscando papeles en las sedes madrileñas de la compañía que justifiquen por qué empresa tan principal paga tan pocos impuestos en España. En Francia y otros países europeos ya han pasado por similar trance y al final han tenido que soltar muchos millones de multa.

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Dos apuntes. Uno, que estas compañías seguirán haciendo lo mismo porque al fin y a la postre, esas sanciones apenas sí significan una mínima parte de las ganancias que sus trampas ocultan. Y dos, que es una auténtica vergüenza ver cómo los países que se benefician de estas tropelías son miembros de la Unión Europea, como Irlanda o en otras ocasiones, Luxemburgo, donde ofrecen a esos piratas condiciones muy ventajosas para ahorrarse impuestos. Por qué las autoridades comunitarias permiten tales tropelías es un misterio que nadie acaba de explicarse, máxime cuando la Unión Europea no atraviesa, precisamente, por sus mejores días.

¿Qué tal un golpe de mano para acabar con tan colosales defraudadores?