¿Por qué no dejamos de hacer encuestas a pie de urna?

Madrid

Es una rareza insoportable que un país que prohíbe publicar sondeos cinco días antes de las elecciones permita divulgar uno cuando aún no han cerrado los todos los colegios y hay votantes ejerciendo su derecho. También parece absurdo juguetear con hipótesis cuando el dato cierto apenas tardará sesenta minutos en llegar, en un país que, otras cosas no, pero escruta rápido y bien. Y la situación roza el surrealismo cuando esas encuestas fallan estrepitosa y reiteradamente.

Es lo que sucedió ayer, igual que el 20D, con la que divulgaron las cadenas públicas de televisión que no detectó el pinchazo del sorpasso ni el crecimiento del PP, las dos noticias que dejaron las urnas. Cientos de miles de euros de dinero público tirados a la basura a mayor gloria del espejismo y la tertulia. O los encuestadores preguntan muy mal o los votantes engañan divinamente. Pero sea cual sea la razón quizás podrían plantearse dejar de encargar estas encuestas a pie de urna que dejan a la parte contratante al pie de los caballos. Y a quienes se lanzan a interpretarlas, al borde del ridículo.