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Versos para todas las Fátimas, las heroínas cotidianas

Desde Francia llega “Fátima”, un largometraje basado en la historia de una madre inmigrante que se ha convertido en símbolo del esfuerzo diario de todas aquellas personas que encuentran dificultades en una Europa reacia a la integración

Fátima

Madrid

“Fátima”, de Philippe Faucon, no es, ni será, la película más espectacular del año. Pero, ¿acaso lo es la vida? De esto trata precisamente “Fátima”: de la realidad. De una historia castigada por el destino y marcada por los prejuicios dentro y fuera de la propia cultura.

El largometraje francés manifiesta una denuncia socio-política, que mantiene la línea cinematográfica de Faucon. A través de un cine naturalista y casi documental permite abrir la ventana al mundo de la humanidad a través sus personajes, normalmente de origen magrebí, o en círculos de la inmigración. Si en “La desintegración” (2011) delata la manipulación y las cloacas del fundamentalismo religioso, en “Fátima” muestra la intolerancia y las dificultades de integración de una mujer que, para sobrevivir con 400 euros al mes y darle el futuro que ella nunca tuvo a sus hijas, multiplicó los trabajos como limpiadora sin apenas descanso.

 La cinta, ganadora de tres premios César (mejor película, guion adaptado y actriz revelación) ha conquistado a la crítica por ser un canto a las heroínas invisibles. A todas las Fátimas del mundo. A todas las “madres coraje”. Está basada en una historia real. La de Fátima Elayoubi, una mujer de origen marroquí que llegó a Francia a principios de los 80, arrastrada por un matrimonio de conveniencia y su familia. Su vida se torció cuando decidió separarse y sacar adelante a sus dos hijas, criadas en la cultura occidental y sin saber hablar árabe.

 Las diferencias culturales dentro de la familia acentuaban el distanciamiento entre madre e hijas. Sin embargo, Fátima no se dio por vencida y, como una mujer culta, aunque apenas tuvo tres años de educación, comenzó a estudiar el idioma, un obstáculo que la aislaba de los demás y de su propia casa. “No quería ser rica, solo una vida normal y formar parte de una sociedad con dignidad. En un entorno de inmigración es muy duro, porque me encontraba sola”, comenta Fátima.

 La película refleja con fidelidad el comienzo de esta mujer en el mundo de la literatura. Escribió esos poemas autobiográficos para expresar lo que no podía transmitirle a sus hijas por esa barrera del idioma, imprescindible para formar parte de un país, según la protagonista. Asimismo, el director cuenta que cuando leyó el libro vio la necesidad que tenía una persona de expresar algo, “de alguien que se había quedado muda en su vida social”, concluye.

 Dicen que los hijos de inmigrantes no pertenecen a ningún país porque donde viven les ven como extranjeros y en su país de origen también. Faucon no quiere generalizar. No obstante, era inevitable no hablar sobre los refugiados y, en este sentido, sobre el reclutamiento yihadista. “Juegan con la identidad de esos jóvenes y les proporcionan una”, concluye el director.

 Pero “Fátima” va más allá de la inmigración y las consecuencias que sufren las primeras generaciones. Es una denuncia de la feminización de la pobreza, el desprecio a trabajos que permiten a otros salir con los amigos y no tener que preocuparse por las tareas del hogar. Es un retrato de la situación que Europa vive en estos momentos, una reflexión sobre el mundo que hemos creado en donde los prejuicios amenazan la tolerancia y la integración.

 

 
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