Comer carne humana las noches de luna llena
A Albert Fish se le atribuyen más de 100 muertes, la mayoría fueron niños que robaba de los brazos de sus padres
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Madrid
A veces la maldad se oculta en los sitios más insospechados. Incluso en hombres de los que jamás desconfiaríamos. Muy pocas personas sospecharon que bajo la apariencia afable, pacífica y débil del abuelo Albert Fish, se escondía un auténtico carnicero que acabó con la vida de más de 100 niños.
Nos lo cuenta la periodista Mónica González Álvarez, que ya habló sobre Albert Fish en su libro ‘Las Caras del Mal’, aunque ella prefiere llamarlo por el apodo que le puso la prensa ‘El Vampiro de Brooklyn’. Un apelativo que se ganó a pulso.
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Fish tenía debilidad por los niños. Merodeaba por colegios y parques en busca de víctimas y hacía uso de su inofensiva apariencia para secuestrarlos. Les prometía caramelos, dulces o ir a jugar con otros chavales, pero la realidad era muy distinta. Los desnudaba, los ataba y los torturaba. Y esa era la parte fácil porque muchas de aquellas criaturas acabaron asadas al horno con verduras o tocino. Comer carne humana lo llevaba al extasis. Tras su detención, llegó a admitir que Dios le pedía comer carne humana las noches de Luna Llena.
EL CASO BUDD
Edward Budd era un joven cabeza de familia sin trabajo que publicó un anuncio por palabras en la prensa ofreciéndose para cualquier empleo. Cuando Fish leyó su anuncio, se hizo pasar por un adinerado granjero para ofrecerle un trabajo ficticio y ganarse su confianza. Sus objetivos, por supuesto, eran mucho más oscuros: secuestrar a uno de sus hijos. La elegida fue Grace, de 10 años. Tras merendar en familia para agradecerle que le ofreciera trabajo a su marido, Fish convenció a sus padres para que Grace le acompañara a la fiesta de aniversario de su sobrina. Todo una gran mentira para volver a asesinar.
La familia jamás volvió a saber nada de la pequeña Grace. Pero seis años más tarde, recibieron esta carta: "Estimada señora Budd..."
INFANCIA
Fish creció en un orfanato. Su madre se desentendió de él, decía no tener suficientes recursos económicos para alimentarle. Allí, recibió constantes palizas, algo habitual en la época pero con la salvedad que él se excitaba con cada golpe. Mientras los abusones le apalizaban, el tenía erecciones, se dice que incluso llegó a eyacular en alguna ocasión.
Sus tendencias aún se acentuaron más cuando abandonó el orfanato… entonces pasó una buena temporada prostituyéndose y cometiendo violaciones en Nueva York. Sorprendentemente, consiguió casarse. Su mujer era una mujer 10 años menor que él con la que tuvo 6 hijos.
A sus hijos jamás les hizo daño, pero sí los utilizaba para sus juegos sadomasoquistas. Enmascaraba prácticas masoquistas como juegos infantiles para que sus hijos le pegaran con una fusta mientras él hacía en calzoncillos y a cuatro patas. Pero sus hijos crecieron y dejaron de querer jugar con él, fue entonces cuando pasó al siguiente nivel y decidió que, ahora, sería él quién pegaría a los niños.